Cuando en febrero nos juntamos para una reunión de sumario, y salió la posibilidad de trabajar en abril con la “alegría”, pasó algo extraño. “¿Alegría?” se escuchó. “¿Y a quién entrevistaríamos para hablar de la alegría?”. “¿Alegría en este contexto de la Argentina?”. “¿Cómo le vamos a hablar de alegría a quien no le alcanza el sueldo, perdió a un ser querido en un hecho de inseguridad, o tiene que cerrar su negocio porque ya no lo puede sostener?”.
“¿Alegría, dónde estás?”, dijimos casi al unísono en la mesa redonda de Sophia. Porque cuando escuchamos las noticias, se hace muy difícil salir a la vida con la sonrisa y las ganas bien puestas. Pero al mismo tiempo nos preguntamos: ¿Cuál es el límite entre estar al tanto de lo que sucede afuera, sin dejarnos tomar enteras por eso? ¿Cómo crearnos una realidad propia más amable (y alegre)?
Porque, como también hablamos aquel día en la redacción, no es lo mismo levantarse, prender la tele y empezar el día cargadas de ésa energía, que escribir nuestras páginas de la mañana (como recomienda Julia Cameron en su libro El Camino del Artista), encender un sahumerio, regar las plantas, tocar la guitarra (como dijo Caro), escuchar música y bailar, o disfrutar del aroma a tostadas recién hechas. Y en eso breve, tan simple, radica la diferencia.
Sí. Somos conscientes del dolor, de la angustia, y la desesperanza que habita en tantos corazones. Pero con eso presente, nos propusimos encontrar pequeños hábitos y rituales que puedan cambiarnos la vida. No hace falta hacer un gran viaje, anotarnos en ningún curso, ni aislarnos del mundo. Prestemos atención a lo cotidiano que a veces se nos escurre entre las manos.
Sarah Ban Breathnach, autora del libro El encanto de la vida simple, dice que la alegría es un derecho que tenemos de nacimiento. Y que, más allá de las cosas que pasan, debe tratarse de una búsqueda esencial para poder vibrar desde la autenticidad del alma.
Entonces, tal vez se trate de volver a mirar. Y elegir cómo queremos vivir, con todo lo bueno y lo malo que sucede alrededor. Con la vida misma. ¿Empezamos?
✨ Tener un diario de gratitud. Anna Fedullo, a quien entrevistamos este mes (podés leer la nota acá), nos habló de la importancia de entrenar el hábito de la gratitud para tener una vida más alegre (Ban Breathnach dice que “sentirte agradecida es el primer paso en el camino de la alegría”). Y nos propuso tener un diario de gratitud. ¿Cómo usarlo? A la noche, agradecé ahí algo sutil, chiquitito, que te haya sucedido en el día: el mate en silencio, la charla con una amiga, el abrazo de un hijo, la ducha relajante: “La gratitud nos conecta con algo muy fuerte y eleva nuestra frecuencia vibratoria. Muchas veces estamos tan focalizadas en lo que nos falta, y tenemos tantas cosas por agradecer, que se nos pasa la vida sin valorar lo más importante. Irse a dormir en estado de gratitud y de tenerlo todo es muy importante para nuestro bienestar”, resume Anna.
✨ Escribir tres páginas a la mañana. Este es el método de Julia Cameron (autora del libro El Camino del Artista), que muchas deben conocer. La idea es que puedas escribir todas las mañanas tres páginas manuscritas, que expresen lo que fluya por tu mente. Puede ser desde lo más inspirador, hasta que tenés que ir al súper y lavar las cortinas. No hay una forma buena o mala de hacer estas páginas, sólo hay que escribir. Lo que Cameron explica, es que todo ese material —a veces enojoso— que escribimos a la mañana, es lo que se interpone entre nosotros y nuestra creatividad. Las preocupaciones del trabajo, la ropa que tenemos que lavar, las cuestiones de los hijos: todo hay que bajarlo al papel para pasar la barrera del miedo, de la negatividad y de nuestros humores. Entonces, con estas páginas empezamos a identificar preocupaciones, problemáticas, o cosas que ni sabíamos que nos molestaban. Descubrimos bendiciones que dábamos por sentadas, detectamos aquello que nos pesa, y finalmente nos liberamos.
✨ Bailar. Lucía Etcheverry, profesora de yoga y life coach (mirá la entrevista que le hicimos el mes pasado), destaca que siempre después de bailar o de hacer una actividad física, nos sentimos más contentas. Y esto es así porque nuestro cerebro libera endorfinas que actúan como neurotransmisores, generando esa sensación de bienestar: “Estas hormonas son conocidas como ‘las hormonas de la felicidad”, explica. Y agrega: “Bailar te hace más feliz. Porque cuando el cuerpo baila y la razón calla, hay presencia”. ¿La propuesta? Reservate un espacio en cualquier momento del día para moverte de manera libre, como te salga, como un juego (sin expectativas de nada). Dejando de lado la mente y bajando al cuerpo para sentir. Vas a ver cómo algo cambia física y energéticamente. Y sino, podés experimentarlo en el taller de movimiento que dará Lu para Sophia en el círculo de este mes. Inscribite haciendo clic acá.
✨ Jugar con niños. Hace poco leí a alguien que hablaba de la alegría y recomendaba —medio en broma, medio en serio—, “contratar a un niño para que nos enseñe a jugar”. Y no estaba tan errado. Tati García Rusthaller, psicopedagoga (la pueden leer en @crianza_y_aprendizaje), destaca siempre la importancia de compartir tiempo con los más chicos. Porque son esas experiencias las que nos colman el alma, sacan sonrisas y conectan con nuestro lado más humano: “Mirar a través de los ojos de un niño nos lleva a lugares increíbles, memorias archivadas y emociones diversas. Nos conecta con lo más puro, la inocencia, la humildad, la risa, y hasta con nuestro niño interior. Nos quita por un instante todas las presiones, los dramas y la angustia. Ellos tienen el poder de llevarnos a ese lugar más preciado del corazón”, dice Tati. Y recomienda que volvamos a estos hábitos para recuperar la alegría perdida:
- Leé con un niño. Que te escuche. Que lo escuches.
- Escriban juntos. Detectá lo que más le guste y proponé un “diario de a dos”. Pueden ser recetas, modelos de aviones, álbum de dinosaurios. Armen su propio álbum. Vayan escribiendo su historia.
- Disfruten de días de plaza (sin dispositivos): hamacas, charlas, y caminatas compartidas. Tírense al piso, miren el cielo, descubran formas en las nubes.
- Compartan juegos de mesa y películas. Jueguen a los dados, generala, rayuela, soga, ahorcado, cartas.
✨ Tener una mascota. Sabemos que pasar tiempo con nuestros seres queridos nos puede regalar muchos momentos de alegría. Pero también las mascotas son mágicas a la hora de mejorar el estado anímico, ya que aumentan nuestros niveles de oxitocina y serotonina (lo que nos ayuda a reducir el estrés y la ansiedad).
✨ ¿Un consejo más? Sonreí. Cuando sonreímos, nuestro cerebro libera neurotransmisores (endorfina, dopamina y serotonina), y eso nos genera automáticamente una sensación de placer. La única condición es mantener esa sonrisa al menos 90 segundos. Este sí que es un pequeño ritual que te llevará muy poco tiempo, pero te hará sentir mucho mejor.
Muchas gracias, querida Paz!
Éste texto llegó a mí vida en el momento justo!
A veces, ciertos momentos de dolor, no me permiten ver o, registrar que otros de pura alegría.