“Bailamos para la risa, bailamos para las lágrimas, bailamos para la locura, bailamos para los miedos, bailamos para las esperanzas, bailamos para los gritos, somos los bailarines, creamos los sueños”, escribió el físico alemán Albert Einstein y la fuerza de esa frase acompaña la misión de una de las organizaciones que más alegría genera alrededor del mundo a través del baile. Se trata de Masaka Kids Afracana, una ONG con sede en Uganda, África, que hace latir fuerte el corazón con un mensaje lleno de luz y esperanza: está integrada por niños africanos, muchos de ellos muy pequeños, que han pasado por situaciones difíciles y, sin embargo, sonríen mientras se dejan llevar al ritmo de alegres coreografías. Y aunque han perdido a uno o ambos padres a causa de la devastación de la guerra, el hambre y las enfermedades, la música los eleva y los llena de ganas de vivir y soñar un mañana mejor.
«Hay más huérfanos en Uganda que en cualquier otro lugar del mundo (más de 2,4 millones de niños) debido a la epidemia del SIDA, la pobreza extrema y décadas de conflicto civil. Trabajamos en Uganda para ayudar a tantos de estos jóvenes como podamos. Brindamos a los niños un refugio seguro, alimentos, ropa, educación y atención médica. A través de nosotros, los niños obtienen una educación y las habilidades para la vida que necesitan para el éxito futuro. Sus vidas se transforman por completo», señalan desde la organización, para dar a conocer esta dura realidad que, a través del trabajo conjunto, están buscando cambiar. Y lo hacen por medio de la más alegre de las expresiones humanas: el baile.
Si querés sentir esa misma alegría en carne propia, mirá este video donde los chicos se mueven al son de la canción Jerusalema, un tema que se volvió viral gracias a ellos:
«Verlos derrite los corazones del público, con sus encantadoras sonrisas y encantadoras melodías africanas, acompañadas de vibrantes movimientos de baile. Casi todas las actuaciones concluyen con una estruendosa ovación de pie. La música brinda inspiración: a pesar de la tragedia que ha estropeado sus jóvenes vidas, los niños están radiantes de esperanza, dotados musicalmente y maravillosamente entretenidos«, señalan desde la ONG, que recibe el apoyo de miles de almas solidarias que habitan alrededor del mundo y colaboran con sus donaciones a la causa.
Según cuentan los artíficies de esta iniciativa que nació como una manera lúdica de atravesar una dolorosa crisis humanitaria, es la generosidad de la familia extendida de Masaka KIds Africana la que permite educar, alimentar, vestir y apoyar a los chicos. A fin de garantizar la escolaridad, los niños de esta compañía de música y danza ensayan las coreografías durante sus recesos escolares y también algunos fines de semana.
Además de brindar apoyo y contención a través de las clases de danza, en Masaka Kids Afrikana también funciona un hogar infantil que, en medio del desamparo, garantiza una estructura familiar. «Creemos que cuando los niños huérfanos y vulnerables son ubicados en un ambiente familiar amoroso, con una madre y hermanos que los aman, los niños encuentran un lugar al que pueden llamar hogar. Nuestra misión es brindar un ambiente amoroso y seguro donde puedan crecer física, mental, emocional y espiritualmente», destacan. Actualmente, el hogar alberga a 25 chicos de 2 años en adelante, cada uno de ellos con una historia de vida muy particular.
«El hogar se esfuerza por compartir el amor de una familia con nuestros hijos, así como con la gente de los pueblos cercanos. Al criar a estos niños en un ambiente amoroso, esperamos brindarles una base que los ayude a tener éxito en la vida y que algún día puedan retribuir lo que recibieron a su comunidad y al mundo», comparten los integrantes de la ONG.
Solemos ver con enorme admiración el trabajo de aquellos que dedican su vida a causas que ayudan a otros y transforman realidades muy difíciles. Los sentimos «jugadores distintos», grandes héroes, pero en verdad son tan humanos como nosotros. Es que, la mayoría de las veces, no alcanzamos a ver ese mismo potencial en nosotros, ni nos consideramos preparados para asumir el desafío de transformar el mundo (o al menos una pequeña parte de él) en carne propia. ¿Por qué? Por que tenemos miedo de no estar capacitados, de no disponer del tiempo necesario, de no poder alcanzar nuestras metas y las de los demás. Sí, las razones abundan… Pero¿y si te dijéramos que vos también podés ser un generador de cambios?
Para entender mejor cómo potenciar en nuestro interior la empatía y la capacidad emprendedora que se necesitan a la hora de llevar adelante esa transformación, hablamos con Belén Cavanagh, Coordinadora de Alianzas Estratégicas de Ashoka Changemakers, para que nos cuente cómo cambiar nuestras creencias sobre este tema y de qué manera animarnos a ser parte de aquellas causas que nos ayudarán a encontrar un propósito que, sin duda, le dará un nuevo sentido a nuestra vida.
—¿Todos podemos ser agentes de cambio?
—¡Sí! Todas las personas podemos ser agentes de cambio. Pero primero definamos lo que significa para Ashoka. Una persona agente de cambio es alguien que imagina una nueva realidad, actúa y colabora con un equipo para crear esa nueva realidad por el bien común.
—¿Qué hace falta potenciar en nosotros para lograrlo?
—En Ashoka creemos que cada persona tiene el potencial de ser agente de cambio. Para lograrlo tenemos que poner en práctica estas habilidades, que identificamos gracias al trabajo de más de 40 años con nuestros emprendedores sociales (Ashoka Fellows): empatía, trabajo en equipo, liderazgo compartido, iniciativa emprendedora.
Empatía: es la capacidad de conocer y comprender nuestras propias perspectivas, las de otros individuos y grupos, y usar esa comprensión para reconocer patrones a lo largo del tiempo y guiar las acciones de uno para contribuir al bien común.
Trabajo en equipo: la capacidad de contribuir y prosperar en un ecosistema fluido de equipos que se movilizan en torno a un nuevo problema u oportunidad. En Ashoka hablamos mucho del termino “equipo de equipos”, porque para generar cambios sistémicos, es decir, profundos y estructurales, necesitamos colaborar con otros equipos.
Liderazgo Compartido: el papel de los nuevos líderes para visualizar, habilitar y garantizar que cada jugador sea un iniciador y vea el panorama general.
Iniciativa emprendedora: el proceso de crear una solución novedosa a un problema social y que sea más eficaz, eficiente, sostenible o justa que las soluciones existentes, y cuyo valor creado se acumula principalmente para la sociedad y no para el sector privado.
—¿Cómo se toma la decisión de querer hacer un cambio positivo en el mundo?
—Hace poco me dijeron una frase que dice: “Si no sentiste, no aprendiste”. Desde mi punto de vista, querer hacer un cambio positivo en el mundo es algo que surge de adentro, se siente. A veces puede venir desde la impotencia de ver una injusticia; a veces puede venir desde el amor, como el amor hacia la naturaleza. Es esa primera chispa que nos moviliza, que para Ashoka tiene que ver mucho con la empatía. Y es clave poder registrarla para entender de dónde viene esa intención. Bill O’Brien dice que “El éxito de una intervención depende de la condición interior del interventor”. No va a ser el mismo resultado si lo hago desde un lugar de ansiedad, o si realmente le dedico tiempo para aclarar la mente, entender desde dónde lo estoy haciendo, y cuáles son los patrones que hay en mí que no tengo que llevar a este nuevo proyecto.
—¿Creés que se trae, que se aprende, que aparece a partir de alguna experiencia particular…?
—En el caso de las y los Fellows de Ashoka, sus causas los atraviesan, son parte de ellos. Volviendo a mi experiencia, cada vez que hablo con emprendedores Ashoka, o cuando conozco a jóvenes que están comprometidos con sus diferentes causas, me lleno de energía y esperanza. Cuando me pongo al servicio, puedo reconectar con mi propósito. Hay algo mágico en ese encuentro con los otros, o con la naturaleza, porque ellos reflejan quiénes somos y nos sacan de nuestra individualidad. Todos tenemos algo para dar y todos necesitamos algo.
—¿De qué manera se asume el compromiso de hacer algo que no es para uno individualmente, sino que es para otros, para todos?
—Para empezar, desde un lugar de humildad. No hay héroes en esta historia, y ese es un mensaje potente de Ashoka, porque no son sólo algunos iluminados los que pueden construir un mundo mejor, sino que el poder está en cada persona. Por lo tanto, es importante la co-creación con otros. Quien tiene el problema, tiene el 50% de la solución, porque conoce en profundidad cuáles son los desafíos. El arte está en identificar cuáles son las habilidades que se necesitan para seguir avanzando en la solución, y activamente promover la diversidad del equipo. Cuanto más diverso es el equipo, más vamos a poder ver nuestros puntos ciegos y evitar consecuencias no intencionadas.
—¿Qué cosas se pierden y qué otras se ganan en ese proceso?
—Ponerse al servicio es un camino de transformación. En mi caso, siempre salí distinta después de cada experiencia. Se pierden pensamientos limitantes o formas de entender el mundo y se abre una nueva perspectiva, una nueva forma de entender un problema. Se ganan nuevos amigos.
—¿Cuál es la mejor manera de empezar? ¿Hay que tener alguna disposición particular, una cantidad de tiempo determinada?
—Lo mejor es empezar, ponerse en acción sin dar tantas vueltas. De a poquito, reconociendo nuestros límites y nuestros talentos, y escuchando mucho. Siendo conscientes de nuestros prejuicios para ir deconstruyéndolos poco a poco.
—¿Qué te inspira, que te da esperanza sobre todo lo que se puede transformar?
—Las personas que forman parte de Ashoka, y todas las personas que se ponen al servicio del bien común, me dan esperanza. Al principio puede parecer incómodo salir de nuestra zona de confort, pero es mucho más lo que se gana cuando ganamos todos. A pesar de todos los escenarios negativos, soy optimista, porque creo que tenemos el poder para transformar los problemas en desafíos, en soluciones que nos hacen más humanos. Tal vez nos faltan más espacios para visualizar ese mundo que queremos crear, donde salimos del piloto automático para poder reconectar con nuestros sueños.
—¿Qué cambió en vos cuando tomaste contacto con Ashoka y conociste a tantas personas y proyectos valiosos?
—Cuando conocí a Ashoka sentí que había encontrado a mi manada: un grupo de personas comprometidas por un mundo mejor, que transforman el dolor en soluciones. Ashoka en sánscrito significa “ausencia activa de tristeza”. Desde siempre tuve esa inquietud por ser parte de la solución de estos problemas complejos que atravesamos. Y muchas veces me encontré con gente que ya había bajado los brazos, que me decían que no podía hacer nada. En Ashoka encontré personas que están cambiando paradigmas, que están realmente comprometidas con la problemática y que tienen la visión y la energía para transformar la realidad. Esto es muy valioso e inspirador.
—¿Qué le dirías a alguien que piensa en sumarse a alguna iniciativa de este tipo, pero todavía no se anima o no se siente capacitada?
—Le diría que empiece por donde pueda, pero que empiece, y que se anime a descubrir todas sus habilidades para ponerlas al servicio.
—¿Qué idea o mensaje final te gustaría dejarnos a partir de esta charla?
—Todas las personas tenemos la capacidad de transformar nuestro entorno y de responder a los problemas sociales: ¡pongámonos en acción! Estamos interconectados, todos nos necesitamos, y en el encuentro nos espejamos con el otro. Desde la empatía podemos construir un mundo más sano y justo para todos. Como un mantra que me compartieron hace poco: “la respuesta siempre es más amor”.
“Hasta que permanezca el espacio,
hasta que permanezcan los seres sintientes,
yo permaneceré,
con el fin de ayudar,
con el fin de servir,
con el fin de aportar lo que esté en mi mano”.
El arte de la compasión, Dalai Lama.
Belén Cavanagh es Coordinadora de Alianzas Estratégicas de Ashoka Changemakers. Para saber más sobre cómo convertirte en un agente de cambio ingresá en www.ashoka.org/es-ar
Convencido de que el sentido de su vida siempre estuvo puesto en el encuentro genuino con el otro para acompañarlo en su recorrido de vida, el orador, escritor, periodista y referente del Counseling Guillermo García Arias trabaja desde hace décadas ayudando a las personas a resolver sus crisis vitales. Para que logren recuperar el poder sobre sus propias vidas, redescubriendo sus recursos, sus anhelos, sus tesoros. “Mi trabajo consiste en tratar que esas personas primero sepan quiénes son y se conecten con esa realidad, para que luego puedan animarse a ejercerla en todo su potencial”, comparte en diálogo con Circulo Sophia.
Formado como ingeniero en los 70, comprendió durante su paso por la universidad que, si quería lograr un cambio en un país convulsionado como lo era por entonces la Argentina, tenía que comprometerse con algo mayor que él mismo. Así fue como dio sus primeros pasos en la política, buscando allí un espacio donde desplegar su interés en trabajar para la construcción de una sociedad más plena.
Sin saberlo, en aquellos días de militancia encontraría más tarde su verdadera vocación, el eje primordial de su existir: un interés profundo por el ser humano y su búsqueda incesante de sentido. “Fue entonces que empezó a crecer en mí esta idea de poner en marcha algo por los demás. Encontré mi vocación, un llamado interno y empecé con el consultorio, con las charlas, con el programa de radio, con los libros… Así se fue configurando en mi interior el humanista”.
Padre de tres hijas mujeres, emprendedor y buscador incansable, Guillermo sostiene que el cambio nos define y a la vez nos atraviesa: “La vida es tener problemas diferentes. Cuando uno siempre tiene los mismos problemas es porque está estancado. La vida es crisis y el counseling te habilita a acompañar a otros en esos momentos vitales que tienen que ver con el hecho de haber nacido y de ser sujetos en el mundo. Es preventivo, porque evita que esa crisis puntual se profundice y derive luego en una patología”.
—Desde el punto de vista del counseling, ¿cómo se identifica una crisis?
—Preguntándote si a eso que tenés enfrente podés enfrentarlo solo, o si necesitás que alguien te acompañe. Es ahí cuando, generalmente, hay que buscar ayuda. Es importante saber que todos nacemos con una caja de herramientas completa para salir de esos momentos. Y cuando algo de lo que tenemos enfrente parece superarnos, es porque todavía no encontramos la herramienta adecuada. Sin embargo, aunque no lo sepamos, cada uno de nosotros tiene todas las respuestas. Mi trabajo es ayudar a la persona a encontrar la herramienta que necesita.
—En tu experiencia, ¿qué búsquedas encontraste mayormente?
—Me di cuenta de que no tenemos la menor idea de quiénes somos. Pero cuando uno toma contacto con el concepto de ser, por fin ve que el humano es un infinito, donde el hacer y el tener son solo un pedacito de esa inmensidad. Es así como comprendés que podés hacer mucho más de lo que creías, que todos tenemos una sabiduría descomunal.
—¿Ves que la gente se pregunta por el sentido?
—Creo que la mayoría de las personas vive en automático sin hacerse demasiadas preguntas. Es algo que no está ni bien ni mal, solo lo estoy describiendo. Y así se configura lo que yo denomino el “ser testigo y no protagonista de la vida”. Porque cuando las preguntas llegan, aparece la angustia existencial. Para superarla, tenemos que conectar con el lado sensible, no con lo racional. El arte, por ejemplo, es lo que te permite responder cuando la razón ya no tiene herramientas. El cerebro no está preparado para saber las razones de su existencia; en cambio cuando escribís, pintás, llevás adelante una tarea sensible o acompañás alguien que muere, algo que no es racional por fin comprende.
—¿Cuál es tu trabajo a la hora de acompañar esa búsqueda?
—Lograr que te aproximes a ejercer la persona que sos, para que entres en lo que denominamos “funcionamiento óptimo”. Entonces todos los aspectos de tu vida empiezan a mejorar, y no solo aquel en el que buscabas un resultado. En el counseling eso no se puede pactar porque trabajamos con personas que se encuentran en una transformación que, por lo general, es muy profunda. Como ocurre con los internos de los penales con los que trabajo, una labor que me hace sentir pleno, muy feliz.
—¿Por qué decidiste trabajar con personas privadas de su libertad?
—Intento ayudar a todas las personas que puedo y mi propósito es ver cuál es el límite, para desafiarlo. En 2017 vi un aviso donde buscaban gente para trabajar con personas en contextos de encierro y, como ese es uno de los límites de la vida humana, respondí. Desde lo filosófico, ejercer el counseling es acompañar a las personas a que recuperen su libertad, por eso me pareció una experiencia muy fuerte. Desde entonces trabajo en dos penales dando cursos con el objetivo de que la prisión no sea solo un intervalo entre delitos.
—¿Qué encontraste en el contexto de encierro?
—Lo primero que vi es un enorme agradecimiento de que alguien vaya a darles algo sin pedir nada a cambio. Algunos ejercen la delincuencia por decisión propia, porque les gusta tener un auto o ganar dinero. Otros porque es la única profesión que aprendieron de su familia. Me conmueven, la mayoría no fue al colegio y ha recibido poco afecto. Al trabajar con ellos no me importa lo que hicieron: cuando te conectás con la persona, aparece la inmensidad del ser. Por eso, aunque no cobre por eso, los días que voy al penal es cuando me siento más remunerado.
—¿Podés compartirnos alguna transformación que hayas visto ahí?
—Sí, la de Kevin, un chico muy especial. Antes de salir en libertad les dijo a sus compañeros: ‘A los 18 miraba al carnicero que se levantaba a las 5 de la mañana y me parecía un tonto, porque yo ganaba en una noche lo que él ganaba en un año. Pasaron seis años y él se compró su auto, se está haciendo su casa, mientras que yo los tiré a la basura acá adentro. Ahora veo que el tonto era yo’. Eso nadie se lo escribió. Ahora maneja una moto, lleva pedidos, y siempre me llama para contarme que sigue ‘en la buena’. Y la llave está en empatizar, en que se sienta acompañado. No hay más nada que eso: comprender el tránsito del otro y hacérselo saber.
—¿Qué aprendiste en este viaje humano, Guillermo?
—Me di cuenta de que no hay nada que te brinde más sentido que dar. No hay nada superior a ver cómo el otro baja su sufrimiento y se calma. Estamos llegando de forma indirecta a lo que le da sentido a mi propia vida, que es tener proyectos; más si esos proyectos tienen lugar en el encuentro con el otro. Por eso siempre me pregunto qué diferencial puedo hacer yo en la vida de cada persona para no haber pasado en vano por ahí. No hay nada más importante que decirle “vos también podés ser feliz, aún en este momento en el que te sentís tan mal”. No hace falta tener plata ni estar bien vestido para adquirir esa potencia: nada es más fuerte que un ser humano que tiene una idea y está dispuesto a llevarla a cabo.
Algunos de los libros publicados por Guillermo García Arias, en los que aborda la cuestión del ser.