Crecer para ser más sabios

por

Por Guillermo García Arias

Al igual que todo ser vivo, desde que nace hasta que muere el ser humano va transformando su cuerpo. La naturaleza nos ha impuesto un derrotero de nacimiento, desarrollo, decadencia y muerte. A nuestro alrededor todo se transforma, todo el tiempo: vemos crecer las plantas, los animales; apreciamos el cambio en la naturaleza a medida que cambian las estaciones. La temperatura varía a lo largo del año. Los barrios y las ciudades, a su vez, modifican su escenografía y sus formas. 

Los medios de transporte no son siempre los mismos: evoluciona la tecnología, la aerodinamia, los neumáticos, los compuestos con los que se hacen los asientos, los tipos de plásticos (más blandos, más duros). Los motores están sufriendo cambios muy profundos, de manera tal que, despacito, se va dejando atrás a la combustión y al uso de naftas, para pasar a motores eléctricos, silenciosos y no contaminantes. Las fuentes de energía, a su vez, modifican sus composiciones. Se expanden la energía eólica y la solar, integrando cada vez proporciones mayores, aunque aún no lleguen a cifras significativas.

Pero ¿qué pasa en el interior del hombre?

El hombre puede caminar por el sendero del desarrollo personal desde que nace hasta que muere. Puede transformarse todo el tiempo. Pero, primero, tiene que acceder al conocimiento acerca de que puede hacerlo. Y segundo, tiene que estar convencido de que quiere encararlo.

La vida es un viaje y la transformación humana es otro viaje que se vuelve fantástico, si somos capaces de disfrutarlo y atesorarlo. Pero este cambio permanente debemos querer hacerlo y, para ello, es preciso que tengamos coraje, entereza, determinación.

No todo lo que encontraremos entre los paisajes internos serán de nuestro agrado. Pero, aun así, deberemos atravesarlo, ser capaces de aceptarlo en haras de nuestro crecimiento y despliegue.

La transformación implica varios aspectos imprescindibles e inexorables.

Deberé poder aumentar, en forma creciente y sostenida, mi campo perceptual, de modo de ir incorporando a mi aceptación cuestiones, hechos, situaciones y personas que antes rechazaba o que no permitía ingresar a mi escenario. Deberé encontrar los beneficios de hacer esto antes mencionado y determinar en qué medida hacerlo, evaluando cómo me permite acceder a sensaciones de mayor bienestar y plenitud, ya que podré relacionarme con mayor número de personas y aceptar muchas más circunstancias como posibles en mi vida.

Deberé incrementar mi dosis de responsabilidad, haciéndome cada vez más soberano de mis actitudes, y de dar respuesta cada vez más precisa a las consecuencias de mis actos.

Dentro de nuestro proceso de transformación, es importante percibir cuáles son mis límites y cuáles son los de los demás, cuál es el alcance real de mis posibilidades de acción a medida que me despliego, cómo evoluciona la aceptación creciente de mis realidades privadas y las que me circundan. Cuánto me permito que me dañen las manifestaciones de los demás y cómo me voy alejando de permitirle, al afuera, que genere perjuicios en mi adentro. Independizarme de los resultados externos es, también, un signo importante de mi transformación y mi desarrollo. Es estar más desapegado de perder o ganar. Es disfrutar más del viaje y no entrar en discusiones estériles, que no son funcionales a mi bienestar ni al de los demás.

La transformación profunda del hombre también incluye cómo voy procesando mis pensamientos, ya que mi cerebro genera no menos de 60.000 por día, y la verdadera forma de sostener mi bienestar es elegir a cuáles le doy espacio y a cuáles los corro para que no interfieran en mi vida productiva y vital. La manera en que me vinculo con los demás, a su vez, habla de la forma en que recorro mi existencia. Es chequear cómo está mi input-output hacia los otros.

¿Me vinculo mejor que antes? ¿Tengo dificultades para el encuentro humano? ¿O me resulta cada vez más fluido y sencillo?

En la medida que el producto de mi transformación avanza y mi estar conmigo mejora, indudablemente será más fácil el encuentro con mis vínculos y la calidad de éstos será cada vez mejor y más productiva. Recordemos que la calidad de vida de una persona depende directamente de la calidad de los vínculos con los demás.

Poder sentirme como “por encima” de los problemas, pudiendo verlos como “detrás de un vidrio blindado”, de modo de darme tiempo para analizarlos y elegir los mejores caminos para su resolución, es otra manera de demostrarme y demostrar mi grado de evolución y de transformación hacia la autorrealización.

En su libro El proceso de convertirse en persona, Carl Rogers nos dice que un ser humano se convierte en persona cuando está en condiciones de tomar todas las decisiones de su vida, privadamente, en soledad, más allá que conviva o esté en estrechos vínculos con otros. De tal suerte que, también, convertirse en persona, al decir de Rogers, nos sumaría aspectos que dan cuenta de nuestra transformación y crecimiento humano.

Desde la fenomenología, entendemos que somos seres que estamos en condiciones de transformarnos en todo momento desde el nacimiento hasta la muerte. No somos los mismos ayer que hoy, ni que mañana o la semana anterior. Claro que esto debe ser tomado conscientemente y aceptado, pues hay personas que manifiestan que son siempre las mismas. Ya Heraclito, en la antigua Grecia, decía que “jamás te bañarás en la misma agua”, debido a que el agua nunca será la misma y nosotros tampoco.

Es preciso que lleguemos al convencimiento consciente de que tenemos la potestad de cambiar siempre, y que podemos disfrutar de ese proceso, aunque la esencia sea la misma. Si advierto que cada nueva experiencia de mi vida puede ser canalizada e incorporada a mi constitución, alcanzaré a darme cuenta del proceso fascinante de la transformación continua.

Yo creo firmemente en que puedo transformarme todo el tiempo mientras posea vida, y actúo en consecuencia.

Atesorar las vivencias de la experiencia cotidiana va dando crecimiento a ese baúl interno que nos permite crecer, ser más sabios, más mesurados, más equilibrados, a medida que nos desplegamos por el sendero de la existencia.

Guillermo García Arias

Humanista, orador, escritor, consultor, referente del Counseling, motivador, comunicador e inspirador de personas y empresas. Descubrí su trabajo en www.garciaarias.com.ar

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