“Me gusta pensar que los ritos nos ayudan a instalarnos en el corazón de la vida”, nos dice en esta entrevista para Círculo Sophia Daniela Roldán, arteterapeuta, coordinadora de grupos de trabajo interior a través de la expresión plástica y colaboradora de la Fundación Vocación Humana.
Con ella hablamos acerca del valor de los rituales de fin de año, y de la profundidad de los símbolos navideños como un milagro que se repite cada diciembre. Pero, además, de la importancia de encontrar momentos de silencio que nos preparen para despedir el 2024 con mucha gratitud y en conexión con nosotros mismos.
—Daniela, ¿qué son los rituales? ¿Podrías darme algunos ejemplos?
—Un ritual es un conjunto de acciones (gestos, palabras, movimientos, ofrendas, etc.), que se realizan de forma reiterada y poseen un valor simbólico. Todas estas acciones conforman el rito. Podríamos decir, entonces, que el rito son las ceremonias de una determinada tradición o religión, y los rituales los pasos para dar cumplimiento al rito. Pero, en la práctica, los usamos como sinónimos.
—¿Cuáles serían algunos de los rituales más comunes para nosotros?
—Si bien en esta sociedad altamente tecnificada los rituales han cambiado mucho, seguimos celebrando bodas, despidiendo a nuestros muertos, inaugurando nuestras casas para transformarlas en hogares, celebrando cuando alguien finaliza sus estudios. Tal vez no nos demos cuenta, pero vivimos haciendo rituales que dan significado a nuestros días.
—¿Qué son los símbolos y por qué son tan importantes?
—Los símbolos son el lenguaje del alma y del inconsciente; el lenguaje de lo sagrado, del arte, de la poesía. Se manifiestan a través de imágenes que pueden ser visuales, auditivas, sensoriales, olfativas, kinestésicas. El símbolo es plurisignificativo: tiene múltiples significados que van a ser distintos para cada uno de nosotros. Incluso en diferentes momentos de nuestra vida, un mismo símbolo puede significar cosas disímiles. El símbolo nos permite comprender aquello que no se explica con el lenguaje de las palabras.
—¿Y cuáles son los símbolos de la Navidad?
—Para los creyentes de la tradición cristiana, la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús, el hijo de Dios. Pero también podemos pensarlo desde su profundo significado simbólico, y encontrar en la profundidad de los símbolos navideños una gran riqueza. El árbol y el pesebre con todos sus personajes, son un tesoro simbólico que está a nuestra disposición para profundizar en ellos. Además, estos símbolos son arquetípicos, viven en la profundidad de nuestra psique, seamos o no personas creyentes.
—¿Qué significa el árbol de Navidad?
—El árbol es un símbolo universal, presente en todas las culturas y tradiciones de la tierra, con múltiples significados. Simboliza la vida perdurable y en constante transformación. La tradición nos dice que es un árbol perenne, siempre vivo, siempre verde. En la tradición cristiana hay una asimilación simbólica de Cristo al árbol. Él representa, para el creyente, la vida que perdura. Él es la posibilidad de regeneración.
—¿Por qué usamos una estrella y luces para decorarlo?
—Una de las cosas más asombrosas de los símbolos universales, es esa continuidad a lo largo de los siglos. Y aquí lo vemos tanto en la luz como en la estrella. La luz es un símbolo universal para representar ese principio primero y último que podemos denominar Dios, lo Absoluto. En la tradición cristiana esa luz es Cristo (“la luz que alumbra las tinieblas”). Por eso la luz en el árbol.
—¿Y la estrella?
—La estrella también es un símbolo universal, arquetípico, fundamentalmente de guía. Pensemos en tiempos muy antiguos, las estrellas orientaban a navegantes y viajeros. En el relato del nacimiento de Jesús, es la estrella de Belén la que guía a los Reyes Magos para llegar al lugar del nacimiento. Más allá de sentirnos pertenecientes o no a la tradición cristiana, tanto el símbolo del árbol como el de las luces y la estrella es muy profundo y conmovedor.
—¿Qué podemos invocar al momento de armar el árbol?
—En nuestro país existe la tradición de armar el arbolito de Navidad el día 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción de María. Reflexionando sobre esto que venimos hablando, al colocar las luces podemos traer la intención de ser iluminados por la luz incipiente. Tal vez estemos viviendo un momento difícil, una situación conflictiva, un duelo, entonces pedimos que la luz se haga presente, iluminando lo que estemos transitando. Y cuando coloquemos la estrella hagamos lo mismo: tratemos de conectarnos con esa guía interior presente en todos nosotros, para que nos oriente y ayude a encontrar el rumbo correcto.
—¿Qué lugar ocupa el pesebre? ¿Qué simboliza?
—El pesebre es central porque es allí donde ocurre el nacimiento. Simboliza nuestro corazón interior, ésa es nuestra posada, es allí donde debemos hacer espacio para albergar el nacimiento. Al contemplar el pesebre y todos sus personajes como partes nuestras, nos damos cuenta de su enorme valor simbólico y de lo mucho que cada uno de ellos puede aportar a nuestro crecimiento interior.
—Me gustaría ampliar esta idea…
—La madre y el padre representan los principios femenino y masculino. La ternura y la firmeza. Me puedo preguntar: ¿qué necesito yo en este momento de mi vida? ¿Hay un balance entre firmeza y ternura, o debo trabajar en desarrollar más alguno de los dos? Los pastores representan la sencillez y la humildad, ellos escuchan la voz del Ángel y obedecen, salen al encuentro del niño. Y es esa sencillez la que les permite abrirse al asombro y a la maravilla del nacimiento. Los Reyes Magos, sabios y sacerdotes de las tradiciones de oriente, simbolizan a aquellos que llevan un conocimiento superior, pero a la vez son humildes, saben del nacimiento y se dejan guiar por la estrella. Y cuando encuentran al niño se postran ante él y le entregan sus dones.
—¿Y los animales?
—Los animales representan nuestro mundo instintivo, la supervivencia, nuestra corporalidad, nuestra materialidad. Ellos le dan calor al niño. El calor que brota de la materia. Estamos en este mundo y necesitamos de la materia para sostener nuestra vida, también nuestra vida espiritual. Todo acontece bajo el pesebre, que no es otra cosa que un establo, el lugar donde se albergan las bestias, un lugar rústico con piso de tierra, sucio y con olor a excremento y orines.
—¿Qué sentido tiene esto en nuestra vida?
—Sinceramente, creo que aquí hay una enseñanza profunda y maravillosa. Siento que a pesar de nuestras sombras y limitaciones, aun así lo divino elige nacer en nosotros. Para el espíritu somos un buen lugar para que ocurra el milagro del nacimiento.
—¿Creés que por la vorágine en la que vivimos, se pone el foco en otras cosas como “los regalos, la ropa, la comida”, y se pierde el verdadero valor de las fiestas?
—Lamentablemente, así es. Aun con nuestras mejores intenciones corremos el serio riesgo de caer en el olvido. La vorágine, los compromisos, las cosas que se suponen debemos hacer, nos hacen olvidar lo verdaderamente importante, el sentido profundo de las fiestas navideñas. Por eso es necesario volver al corazón, para recordar qué es lo que celebramos, cuál es su significado simbólico y qué importancia tiene esto para nuestras vidas.
—Qué importante tener momentos de silencio…
—Es fundamental cada día tomarnos un tiempo para estar en silencio: leer una lectura que nos invite a la reflexión o contemplar el pesebre y dejar que sus imágenes nos hablen. Tal vez podamos pintar o escribir a modo de una meditación activa. La clave es encontrar una manera de silenciarnos y entrar en contacto con nuestro interior y con la invitación que el tiempo de preparación de la Navidad nos propone.
—Hace un tiempo, en una nota para Sophia, dijiste que “prepararse para la Navidad es acallar los ruidos internos y externos”.
—Hay una frase muy bella del poeta alemán Rainer María Rilke que dice: “Esperar con profunda humildad el nacimiento de una nueva claridad”. Esa nueva claridad está simbolizada en el niño, ese es el profundísimo sentido simbólico de la Navidad. Pero esto no es posible sin cuidado. Y no veo otra forma de cuidado que silenciar los ruidos internos y externos. Vivimos abrumados por numerosas voces que reclaman nuestra atención, y que muchas veces entran en contradicción unas con otras: exigencias propias y del entorno, miedos, viejas heridas, frustraciones, ansiedades. ¡Cuánto bullicio hay en nuestra mente y en nuestro corazón! A medida que nos silenciamos, podemos empezar a hacer espacio para que esa nueva claridad pueda gestarse y nacer.
—¿Qué ritual podés recomendarnos para no perder el valor de la Navidad?
—El primero, como venimos hablando, es el ritual del silencio (un ratito cada día). Es muy probable que la conexión que traiga el silencio también nos conecte con una creatividad de la que broten nuestros propios rituales. Con los niños podemos hacer adornos para el árbol, para la casa, algunos regalos. También escribir cartas manuscritas o frases. Para que se conviertan en un ritual, es bueno asignar un tiempo, un lugar, recordar el motivo de lo que hacemos. Leer cuentos navideños en familia.
—¿Qué podemos “dejar” al pie del árbol?
—Me brota decir “simplemente nuestra vida”, así como está en este momento, con todo lo bueno, con todo lo malo. Con lo que amamos y lo que nos causa fricción; con nuestros sueños y anhelos. Con nuestras heridas y dolores. También una foto de algún ser querido que ya no está, una flor o algo de nuestra infancia simbolizando el querer estar más en contacto con el niño interior. Otra idea es invitar a los más chicos a que elijan algo para poner en pie del árbol (nos vamos a sorprender del poder que tienen para simbolizar). Nada de todo esto estaría completo si no dejáramos anhelos de amor, paz y compasión por los que más sufren. Hay una frase de Joseph Campbell que dice: “No podemos salvar al mundo, pero podemos abrazarlo”. Abracemos al mundo a los pies del árbol, en el corazón del pesebre.
—Daniela, ¿un lindo ritual de fin de año que quieras compartir?
—Un ritual de gratitud. Aunque el clásico balance de fin de año no haya sido tan favorable como esperábamos, siempre encontraremos cosas que agradecer. Es maravilloso cómo las personas que atraviesan situaciones desfavorables y difíciles, encuentran muchas cosas por las que ser agradecidas. El monje benedictino David Steindl-Rast dice que no somos agradecidos porque somos felices, sino que el agradecimiento es lo que nos hace felices. No se me ocurre mejor forma de terminar el año que agradeciendo y abriéndonos al que comienza, también con un sentimiento de gratitud por la posibilidad de seguir siendo partícipes en este misterio que es la vida.
0 comentarios