A diferencia de lo que tal vez siempre creímos (o fomentamos en los más chicos), ser valiente no significa no tener miedo. Al contrario, tiene que ver con que, aun con temor, podamos animarnos a abrazar aquello que nos cuesta, mirarlo a la cara y hacerle lugar. Y como padres/cuidadores/educadores, somos los responsables de plantar esta semilla en los niños, para que puedan atravesar los desafíos de la vida con calma, a sus tiempos, y con mucho valor.
Sobre todo esto hablamos con la licenciada en psicopedagogía Tati García Ruhstaller (@crianza_y_aprendizaje) y la psicóloga Jessica Diligenti. No te pierdas la charla.
—Chicas, ¿qué sería criar hijos valientes?
—Tati: Primero, me gustaría aclarar que “valiente” no se trata de ser un superhéroe como en las películas. Y esto es fundamental que lo entendamos los adultos primero, para evitar transmitir falsas creencias, idealizaciones, y posteriores frustraciones a los chicos. En crianza, ser “valiente” es poder desarrollar las herramientas para enfrentar temores y luego superarlos, o tan solo entenderlos (esto último es lo que nos permitirá lidiar con ellos, en algunos casos, a lo largo de toda la vida).
—Jessica: Yo creo que es clave fomentar mensajes integradores para entender que somos un todo, y que es válido reconocer los miedos, las angustias, las debilidades, las dudas. Qué sanador y aliviador es que los chicos, desde pequeños, sepan que hasta los superhéroes tienen miedos, atraviesan tristezas, momentos de angustia y de frustración. Y de eso se trata prepararlos para la vida: de criarlos capaces de desarrollar estrategias para dar batalla a los momentos difíciles.
—Entonces, ¿no siempre se superan todos los temores? Creo que alivia saber que hay algo de esto que también está bien (y no es por ser “menos corajudos”).
—T: Exacto. Hay miedos que nos acompañan toda la vida. Y los abrazamos sabiendo que “yo le tengo miedo a esto”. Pero también hay otros miedos que podemos enfrentar y superar. Todos tenemos miedos. Y sabemos muy bien a qué cosas. Y no quiere decir que las podamos enfrentar cada vez que aparecen. A veces vamos llevando estos miedos como podemos.
—¿Qué nos aconsejan para cultivar la valentía/coraje en los más chicos?
—T: Ser capaces de poner en palabras todo lo que nos pasa, es el primer paso para fomentar la “valentía” necesaria para criar de manera consciente, pensada y cuidada. Pero no podríamos hablar de valentía sin antes ahondar en el concepto de “confianza”, aquello que el adulto va construyendo para que el niño se sienta contenido y vaya creciendo de manera saludable.
—J: Exacto. Para ayudar a nuestros hijos a desarrollar su valentía y enfrentarse con la vida y los desafíos que ésta presenta, es importante acompañarlos con amor, contención, paciencia, y dando lugar a la palabra y la escucha. Todo esto ayudará a que se genere un espacio acorde para conversar sobre sus miedos y otras emociones que los atraviesen.
—¿Cuáles serían algunas de esas estrategias?
—J: Que ellos sepan que los adultos también tenemos nuestros propios miedos es aliviador. Poder conversar de estos temas en familia, así como enseñarles la manera que hemos encontrado para atravesar esas tormentas, los invita a pensarse y a ponerse en su propia búsqueda. No todos resolvemos los miedos de la misma manera, y eso es importante que lo tengan claro, para que juntos podamos ir buscando su propia forma de hacerlo. Hay que conversar sobre la “valentía” de hacer frente a todo aquello que les sucede, proporcionar los espacios para compartir en familia, y así evitar la negación de lo que los abruma.
—¿Qué pasa cuando, como padres, intentamos evitarles la frustración o las situaciones de miedo?
—T: Aquellos adultos que intentan evitar el conflicto y los momentos de frustración de sus hijos, les anulan la posibilidad de adquirir seguridad y desarrollar herramientas para manejarse solos y resolver cualquier situación. Lo que aprenden esos niños es a depender de un adulto que resuelva por ellos, se convierten en niños “frágiles”, con falta de recursos y de seguridad. Animar a nuestros hijos a enfrentarse a la vida los convertirá en chicos más confiados y valientes. Hay frases que podemos decirles para acompañarlos como: “Sé que vos podés con esto”. “Yo te voy a ayudar”. “Pensemos juntos”. “Vas a salir de esta, y lo harás transformado”.
—¿Qué lugar juegan las palabras que les decimos, la forma en la que les hablamos?
—J: En este largo camino de la crianza, prestar atención a las palabras, a las etapas evolutivas por las cuales atraviesan los hijos y a la personalidad, es fundamental. Lo que los padres dicen de sus hijos, cómo los describen, cómo los califican, y cómo los descalifican también, va moldeando la personalidad más allá de lo real. Las palabras se graban a fuego y, generalmente, se comportan acorde a ellas. En este orden jamás se debería alentar a un niño usando frases descalificadoras o las odiosas comparaciones como: “No seas cobarde”. “No tenés que tener miedo a esas pavadas”. “Yo a tu edad lo hacía sin problema”. “Hacé como tu hermano, que no tiene miedo”. Tampoco aquellas frases alentadoras, pero totalmente carentes de empatía como: “Dale, no pasa nada”.

«Animar a nuestros hijos a enfrentarse a la vida los convertirá en chicos más confiados y valientes. Hay frases que podemos decirles para acompañarlos como: ‘Sé que vos podés con esto’. ‘Yo te voy a ayudar’. ‘Pensemos juntos’. ‘Vas a salir de esta, y lo harás transformado'».
Tati García Ruhstaller
—¿Y cómo deberíamos hacerlo?
—T: Si bien no hay recetas mágicas, podemos cuidar lo que decimos siendo amables y comprensivos como primera medida. Usando palabras como: “Te entiendo”. “Esas cosas que te pasan pueden suceder”. “Es lógico que te pase algo así”. “¿Y si probamos juntos?”. “¿Qué te parece si…?”. “¿Qué sentís cuando…?”.
—J: Las palabras ofensivas generan rechazo, bloqueo. Ante ellas no se puede pensar, simplemente nos defendemos. Por el contrario, la empatía abre a la escucha y alivia, entonces lo que digamos se puede recibir sin interferencias y de manera amable, para luego poder entrar en acción. Las palabras de los padres tienen mucho poder, y así como pueden dar mucha fuerza y empuje, de la misma manera pueden tener efecto contrario (falta de seguridad, falta de autonomía, y más miedo aun para enfrentar situaciones de su vida diaria).
—Otro tema que se me viene en este momento es la exigencia. ¿Cómo se relaciona con el miedo/coraje?
—T: Es importante entender qué podemos esperar de cada hijo según la etapa evolutiva en la que se encuentre, para no entrar en exigencias absurdas que generen retraimiento y frustración. Poder saber cuáles son las destrezas físicas esperables para cada edad (para no alentar a hacer algo que no sea esperable), investigar acerca de los miedos típicos (y así acompañar de manera contenedora), o entender la manera de vincularse en las distintas etapas, nos ayudará a tener una visión más integral a la hora de criar a nuestros valientes. Muchas veces no es miedo o falta de valentía, solo es cuestión de tiempo, de trabajar la ansiedad del adulto.
—J: Actuar de manera acorde a la personalidad de cada hijo sería lo más atinado en esta crianza consciente que queremos promover. Por ejemplo, frente a personalidades más introvertidas no son aconsejables aquellos mensajes que promuevan la exposición exagerada, sino que respetar la individualidad indefectiblemente genera confianza, los fortalece, los hace valientes.
—¿Cómo podemos ser ejemplo de valentía para ellos?
—J: “Nuestro ejemplo vale más que mil palabras”. ¡Cuántas veces escuchamos esta frase tan cierta! Si queremos criar hijos resilientes, educados, inclusivos, generosos, empáticos, autónomos y seguros, debemos replicar con el ejemplo. Aprenden mirándonos, escuchándonos. Nuestros hijos deben estar seguros de que pueden hablar y serán escuchados, que lo que los adultos hacen ellos pueden aprenderlo. Las familias deben enseñar a sus hijos a que fracasar es una oportunidad para aprender y seguir creciendo. Al igual que equivocarse es parte del proceso. Para que eso suceda, deben ver que a nuestros propios fracasos los tomamos como oportunidades de aprendizaje y crecimiento.
—¿Cómo se juegan los miedos de los padres/cuidadores en los hijos?
—T: Los miedos de los padres pueden ser transmitidos de manera inconsciente a sus hijos. Aunque también quiero aclarar que no siempre sucede esto: no todos los miedos de los niños son el resultado de los miedos de sus padres. Pero muchas veces, cuando los padres temen a ciertas situaciones o cosas, es posible que sus hijos repitan esos miedos. Por eso es tan importante que los adultos trabajen sus propios miedos para no transmitirlos y acompañar a sus hijos de manera acertada. Aquello que no se elabora se repite y se transmite de generación en generación.

«Nuestro ejemplo vale más que mil palabras. ¡Cuántas veces escuchamos esta frase tan cierta! Si queremos criar hijos resilientes, educados, inclusivos, generosos, empáticos, autónomos y seguros, debemos replicar con el ejemplo. Aprenden mirándonos, escuchándonos».
Jessica Diligenti
—¿Cuándo el miedo es “bueno” (porque los previene a los chicos de peligros), y cuándo habría que prestar más atención?
—J: Es importante entender que “no es malo tener miedo”. Que está considerado un signo de inteligencia ya que es una señal que permite prepararnos frente a situaciones de peligro para luego reaccionar ante ellas. La humanidad entera evolucionó y se adaptó gracias al miedo, esto le permitió elaborar estrategias de defensa ante los peligros y sobrellevarlos. Es imposible no tener miedo, no existen las personas que no lo tengan, y si eso sucede estaríamos frente a alguna patología severa. Por eso lo importante es detectarlo y trabajarlo, pero de ninguna manera negarlo o desestimarlo. Al detectarlo podemos diferenciar aquellos miedos reales (a los perros, a los insectos) de los miedos imaginarios (a los monstruos, a que algo malo pase, etc.), y después desarrollar estrategias al respecto teniendo en cuenta lo que venimos hablando.
—J: Hay que establecer una diferencia entre los miedos adaptativos (que alertan ante situaciones de peligro real y nos empujan a protegernos), y lo que en psicología denominamos fobias: aquel miedo desproporcionado e irracional que paraliza y genera bloqueos en el desarrollo. Los miedos adaptativos nos protegen y nos mantienen a salvo, los miedos paralizantes nos impiden alcanzar nuestras metas y limitan nuestro bienestar (suelen ser irracionales y desproporcionados, generan mucho estrés y ansiedad).
—¿Cómo podemos ayudar aquí como padres?
—J: Como padres podemos ayudar a nuestros hijos a identificar y reconocer el miedo que los está atravesando. Cuando el miedo paraliza de manera constante y notamos que no logran avanzar nunca ante situaciones de conflicto, es importante buscar ayuda externa de algún profesional idóneo para desarmar esa incapacidad de resolver. Es importante contar con este recurso.
—¿Qué mensaje les gustaría dejar?
—J: De ninguna manera pretendemos criar superhéroes, sino niños valientes en términos de crianza, confiados, capaces de poder reconocer sus emociones, y de poder transmitir aquello que les sucede sin temor al juicio del adulto, tolerando frustraciones y aceptando las limitaciones que el medio les exige.

Consejos para educar hijos sin miedo
«Criar hijos que puedan desarrollar herramientas para tener confianza y ser resilientes es sumamente importante para que logren una vida equilibrada y puedan sobrellevar situaciones adversas. Aquí nuestros humildes consejos para poder acompañarlos», nos dice Tati y comparte a continuación algunas claves:
- Promover la independencia: permitirles enfrentarse a distintos retos y desafíos que los obliguen a pensar y tomar decisiones por sí mismos. Esto hará que se vayan conociendo y experimentando diversas emociones.
- Promover la resiliencia: acompañarlos para que no se rindan, para que luchen y sigan adelante. Para que no se den por vencidos cuando sientan frustración, o fracasen.
- Recordar que siempre somos modelos para nuestros hijos: los hijos aprenden por imitación, por lo cual es importante que los padres den un buen ejemplo de como manejar situaciones de miedo y ansiedad. Si los padres pueden controlar sus propios miedos, será más fácil que los hijos aprendan a hacerlo también.
- Escuchar y validar los sentimientos. es importante que los adultos escuchen los miedos y preocupaciones de sus hijos y los validen. Debemos evitar enjuiciar lo que sienten.
- Enseñar habilidades de afrontamiento: estas habilidades pueden incluir respiración profunda, meditación, pensamientos positivos, así como ir buscando las propias herramientas que los ayuden a enfrentar diversas emociones.
- Mantener siempre la comunicación abierta y honesta en la familia: trabajar juntos no solo para encontrar soluciones sino para desarrollar herramientas, fomentando la independencia.
Además, Tati nos recomienda algunos cuentos infantiles para ayudarnos a abordar esta temática. «Hay mucha literatura infantil acerca de este tema. Nosotras, como psicopedagoga y psicóloga, siempre creemos que la literatura es una gran aliada en el momento de educación y crianza», sostiene y nos deja cuentos que ayudan a abrir el tema en casa y dar lugar a la palabra:
- “El monstruo de colores” de Anna Llenas.
- “El punto” de Peter Reynolds.
- “El topito que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza” Werner Holzwarth.
- “El gran libro de las emociones” (esta es una guía para aprender a identificar y manejar emociones).
Más info: IG @crianza_y_aprendizaje
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