El desafío del crecimiento continuo

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Renacer. Qué ser humano no tomaría el convite, si se le ofreciera la oportunidad. Tal vez muy pocos, hastiados o cansados de una vida intensa, o conformes con ella, podrían rechazar la invitación.

Pero, en su mayoría, los hombres y las mujeres aceptarían volver a empezar. Dar comienzo nuevamente a este proceso tan enigmático y misterioso que denominamos vida, para encararla con mayor ahínco, mayor decisión o, en definitiva, con alguna o algunas modificaciones respecto de la original.

Indudablemente, la Vida es uno de los grandes misterios a los que nos enfrentamos los humanos. Como nos dice el filósofo Bernardo Nante, a los problemas hay que resolverlos, pero a los misterios, solo nos queda profundizarlos, ahondarlos, estudiarlos.

Ver la luz, haber sido dados a luz, haber nacido es un requisito para encarar ese apasionante viaje misterioso que la existencia despliega pletórica e infinita.

La naturaleza nos tiene acostumbrados a ese proceso con su primavera, su renacer anual, con su vuelta a despertar, con sus brotes nuevos, que manifiestan el renacer de cada planta, de cada flor.

El reverdecer de todo lo natural. El recuperar el tono más intenso de verde en las praderas y en la mayor parte de todo lo que nace desde la tierra. Es la vuelta a lo colorido, cuando se trata de flores, aunque no me olvido los diferentes y deslumbrantes colores que también acompañan con sus hojas los liquidámbares y robles al otoñar.

Cada despertar es una nueva oportunidad, una nueva etapa, una nueva mañana, un nuevo sol, y allí estamos renaciendo luego de la etapa del descanso, de la pausa, de la oscuridad, de la noche. Así como la naturaleza despierta luego del letargo del invierno, cada ser vivo vuelve a empezar cuando la luz de un nuevo día le indica, una vez más, que dará comienzo a esta nueva etapa vital.

Y, a su vez, ante cada proyecto y cada frustración, el volver a encararlo, el retomar el tema en cuestión y elucubrar otras maneras de encararlo es, también, un renacer del proyecto. Un nuevo modo de, esta vez, poder concretarlo. 

Todos se asombran de la maravilla de cada invento, que nos posibilita enfrentar la vida con mayor confort o mayor comodidad. Pero muy pocas veces se reflexiona y se posa el pensamiento en todas las veces que algo se volvió a ensayar para que funcione de una buena vez.

El hombre disfruta de la luz que emana la lámpara eléctrica, pero casi nunca se detiene a pensar en los miles de ensayos y prácticas en las cuales Edison vio frustrado su intento, sucumbiendo por un momento a la desesperanza, para luego, ante un nuevo día, modificar algo, agregar algo una y otra vez, cientos de veces hasta que un filamento, en el medio de una ampolla de vidrio al vacío, generó una luminosidad tan espectacular que dio nacimiento definitivo a ese proyecto tan anhelado.

«Renacer es una invitación a no ser los mismos a lo largo de la vida, a no ser estáticos, a no permanecer estabilizados, sino a hacernos dinámicos, cambiantes, crecientes, curiosos, ávidos de variantes, de meandros, de caminos desafiantes, para seguir subiendo en el sendero del desarrollo humano».

Renacer es volver a nacer, volver a comenzar, empezar un nuevo inicio, juntar la voluntad de generar una nueva oportunidad para que una etapa de algo aparezca delante nuestro.

Con diferencia de días o de algunos pocos meses, nuestros órganos han cambiado la totalidad de sus células. De tal suerte que nuestro estómago, nuestro hígado, nuestros pulmones vuelven a nacer, siendo los mismos una y otra vez. Todo el cuerpo humano, dentro de la vida no interrumpida, vuelve a ser nuevo después de un cierto tiempo.

Volvemos a empezar desde nuestras células hasta nuestro ser, una y otra vez, pues el Ser también se modifica, y cuántas veces expresamos que hemos llegado a ideas renovadas que nos hacen sentir que estamos naciendo nuevamente.

Suele decirse: “Parece que no hubiera vivido antes de esto que me ocurrió hoy, a partir de ahora para mí la vida será otra”. Son situaciones extraordinarias que nos posicionan ante un antes y un después, otra forma de renacer.

No soy el mismo, jamás seré el mismo.

Veo la vida de otro color, me siento otro.

Luego de un accidente en el que nos hemos salvado de milagro, exclamamos: “¡Nací de nuevo! A partir de hoy, el día de mi nacimiento será este en el cual me salvé de morir”. Son innumerables las circunstancias en las que el ser humano manifiesta eso.

También el científico, detrás de un tubo de ensayo, al advertir que se verifica su teoría, por la que ha luchado día tras día durante años, lo siente, lo manifiesta, lo grita. “¡Eureka!”, es una de las más famosas expresiones emanadas de una boca abierta. También se lo asocia con reaparecer, y esto se produce mucho en varios ámbitos.

Personas que han declinado en su actividad actoral y luego de un tiempo hacen su rentrée, o reaparición, como así también un deportista después de una lesión hace su reentrada en el campo de juego. Cuando algo que sucedía de forma habitual se interrumpe por distintas circunstancias y luego se vuelve a activar, suele decirse que hace su reaparición. Esto es, aparecer de nuevo, empezar de nuevo; un renacimiento en el que poder volver a vivir eso que antes se vivía.

Tal vez sea una de las invitaciones que la naturaleza nos envía cada día, en cada primavera: que también los seres humanos tenemos la posibilidad de volver a nacer, simbólicamente, a través del crecimiento de nuestros saberes.

Es una invitación a no ser los mismos a lo largo de la vida, a no ser estáticos, a no permanecer estabilizados, sino a hacernos dinámicos, cambiantes, crecientes, curiosos, ávidos de variantes, de meandros, de caminos desafiantes, para seguir subiendo en el sendero del desarrollo humano.

En un mundo continuamente cambiante, en un mundo que no detiene su modificación permanente, el hombre enfrenta su desafío más fuerte, que no es otro que acompañar ese cambio, esa transformación, esa transmutación, elevando su intelecto, elevando su conocimiento, elevando su sensibilidad.

El desafío del renacer continuo es el desafío de ser cada día mejores personas, para sumar y sumar y no parar de sumar dentro de un planeta en el que, casi sin darnos cuenta, muchas veces nos ocupamos de restar.

Por eso, es necesario un renacer de la consciencia de cada ser humano, para generar un cambio de consciencia planetario, que nos pueda llevar a un lugar más seguro para vivir y desarrollarnos.

Un renacer espiritual global, que le vuelva a dar sentido al hombre que ya superó la postmodernidad, ante la instalación de una Inteligencia Artificial que no detiene su desarrollo y que, solo ante una Conciencia Espiritual más elevada, podrá encontrar su límite para beneficio de las próximas generaciones. Para recuperar el verdadero y profundo sentido de la Vida.


Guillermo García Arias

Humanista, orador, escritor, consultor, referente del Counseling, motivador, comunicador e inspirador de personas y empresas. Descubrí su trabajo en www.garciaarias.com.ar

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