Tal vez, cuando en 2009 perdió a su hijo Mateo de seis años de forma repentina, Florencia Bárcena no sabía que su nombre iba a cobrar tanto sentido. Es que desde ese momento, aprendió a vivir “a flor de piel”, convencida de que develar el “para qué” oculto de las situaciones más dolorosas de la vida, es lo que sana y que recién ahí podemos mirar la historia desde un lugar diferente, ya que hay un sentido mucho más profundo que sostiene esa vivencia.
Florencia vive en Buenos Aires con su marido y sus tres hijos. Hizo la carrera de terapia ocupacional (con especialización en rehabilitación neurológica pediátrica), y por muchos años trabajó con niños con discapacidad. Después de la muerte de Mateo, se tomó un tiempo para elaborar qué iba a hacer con semejante dolor. Así fue cómo, luego de un profundo proceso de sanación y crecimiento personal, comenzó a estudiar logoterapia y tanatología para acompañar en espacios terapéuticos individuales a personas que atraviesan crisis existenciales.
Hoy tiene la certeza de que la vida quería otra cosa de ella. Por eso abraza su realidad todos los días y se siente muy bendecida. En esta charla nos comparte todo lo valioso que tiene para enseñarnos:
—Flor, vos sos logoterapeuta y tanatóloga. ¿Cómo llegaste hasta acá?
—En la logoterapia encontré el marco filosófico, psicológico y antropológico que me explicó mi camino de alumbramiento después de la muerte de mi hijo. Siempre fui muy estudiosa y al año de la partida de Mateo comencé a recibir en mi casa a otros papás atravesados por la misma experiencia. Era un gesto de amor que me hacía mucho bien. Y a medida que pasaban los meses observaba cómo esto me aferraba más y más a la vida. Por eso comencé a formarme como logoterapeuta, y después estudié tanatología (seguramente hayas escuchado hablar de Elisabeth Kübler Ross, es el principal referente junto con Cicely Saunders). La tanatología me ayudó a acompañar a personas que transitan procesos de duelo y enfermedades en fases terminales.
—¿Y la logoterapia?
—Víktor Frankl, neurólogo psiquiatra y filósofo austríaco, es el padre de la logoterapia; un modelo de acompañamiento terapéutico donde se sostiene que lo que sana una experiencia o vivencia dura, es el sentido (poder transformar o sanar heridas encontrándoles un sentido). Desde el marco de la logoterapia, el regalo oculto detrás de la adversidad es el sentido. Y cuando lo develamos, es mágico. Frankl también es autor del conocido libro El hombre en busca de sentido, que escribió después de transitar cuatro años en campos de concentración.
—¿Por qué siempre decís que ese sentido se encuentra en las cosas que para nosotros son valiosas?
—Porque una misma experiencia seguramente tenga un sentido diferente para dos personas. Para mí, empezar a acompañar a quienes se encuentran en una situación de muchísima vulnerabilidad, atravesados por la enfermedad, la precariedad y la muerte, me hizo sentir que ahí era donde quería estar: al servicio del otro, en la escucha amorosa. En eso que era valioso para mí, pude encontrar el sentido. Me volví una testigo de la capacidad que tiene el hombre para trascender lo que lo atraviesa. Es maravilloso este registro. Encontré el sentido a la muerte de Mateo, ayudando a otros en sus procesos de conquista del bienestar, y acompañando a mis otros hijos a crecer en libertad, eligiendo cómo quieren vivir.

Flor describe esta foto como «la libertad que sentimos cuando sanamos una herida y transformamos el dolor en mas vida».
—¿Qué es para vos sanar?
—Sanar una herida es una experiencia que todos podemos concretar. Y si bien requiere de un proceso, no hay un camino estipulado. Podemos pensar que hay estaciones donde necesitaremos bajarnos para experimentar registros, y que luego nos subiremos a ese tren para continuar hasta la próxima parada. No todos paramos en las mismas estaciones, ni permanecemos en ellas la misma cantidad de tiempo. Somos seres únicos, viviendo muchas veces experiencias similares, pero la vivencia es personal. La riqueza del camino transitado para sanar una herida es sagrada. Será el capital que haga único ese proceso. Me emociona profundamente cuando la contemplo.
—¿Y transformar?
—Transformar es poder mirar la herida con otro lente. Para mí, es quitarle a esa experiencia o herida la carga emocional primaria. No solo se transforma el sufrimiento que genera esa vivencia, sino que nos transformamos desde ese sufrimiento. La transformación siempre da más vida. Pero no significa que no vaya a doler nunca más.
—Esto siempre está ligado a un proceso, que es lo que más cuesta, ¿no?
—En líneas generales, nos cuesta sostener procesos: nos da fiaca, ansiedad, nos aburre y a veces nos angustia. Pero el proceso nos bendice o nos regala la oportunidad de registrar el valor de los pequeños pasos, del esfuerzo. Yo visualicé, durante años, la realidad que hoy disfruto. En eso puse mi esfuerzo, me formé en lo profesional, le entregué mucho corazón a mi proceso de sanación, aprendí a tener paciencia y a agradecer por cada pequeña cosa que se iba concretando. Hay experiencias de sentido bien chiquitas que, si estamos atentos, nos atraviesan todo el día.
—¿Nos darías un ejemplo?
—Los animo a hacerse estas preguntas:
- ¿Qué me quiere enseñar esta dificultad vincular que estoy teniendo con mi pareja? (Tal vez sea a cuidarme, poniéndole límites amorosos al otro).
- ¿Qué tengo que aprender con la enfermedad de mi madre?
Cuando respondemos a estos interrogantes, develamos el sentido, el “para que”. Si por el contrario nos preguntamos: «¿Por qué mi madre enfermó tan joven?» o «¿Por qué mi pareja dejo de amarme?», posiblemente nunca encontremos la respuesta.
—¿Sería cambiar el “por qué” por el “para qué?
—Estas crisis, que desde la logoterapia se llaman crisis existenciales, porque son propias de la vida, generan en la persona la oportunidad de crecer y de evolucionar. Si me instalo en el “por qué” me quedo chiquita. El “para qué” me expande, me invita a buscar. En esa búsqueda me despliego, como una mariposa.
—¿Así lo viviste vos?
—Sí. Yo no sé “por qué” se murió mi hijo, pero si sé “para qué”. Y hoy comparto con ustedes estas líneas porque él está en otro plano. Hoy acompaño a otros a transitar las crisis propias de la vida porque Mateo, con su cambio de estado, me enseña que es posible. Hoy abrazo fuerte a mis hijos y les doy un beso antes de irse a dormir porque valoro profundamente tenerlos en casa. Esto no me angustia, me hace vivir plenamente mi maternidad. La pregunta siempre debe ser: ¿qué deseo hacer con esto que me toca?
—¿Cuándo sentiste, después de la muerte de Mateo, que ibas a poder salir adelante?
—A las pocas semanas de su partida, fuimos con mi marido a un encuentro. Éramos todos papás con el mismo desgarrador sufrimiento. Una mujer que facilitaba el espacio, en un momento, con una sonrisa, nos dijo: “Se puede ser feliz con un hijo en el cielo, pero lleva su proceso”. Algo pasó dentro mío cuando la escuché. Si ella había podido, ¿por qué yo no? No sabía cómo lo lograría, pero elegí creer en la posibilidad. Ese día empecé a caminar. No lo hice ni por mi marido, ni por mis dos hijas de dos y cuatro años. Me parecía una locura que la vida de mi hijo finalizara luego de seis años y quedara en la nada. Muy adentro mío sentí que algo debía existir atrás de semejante dolor.
—¿Qué es la muerte para vos?
—Yo siempre digo que la enfermedad no es la derrota sobre la salud, el vacío no lo es sobre el bienestar y la muerte no es lo contrario a la vida. La salud es la capacidad de tomar una actitud frente a la enfermedad. El estar bien sólo podré construirlo si en algún momento tengo una sensación cercana al vacío. La muerte, o la experiencia de finitud, es sólo el despertador que me permite vivir una vida más plena.
—Hablás de “humanizar el dolor”. ¿Cómo sería?
—Sentir dolor es una experiencia humana. Nos duele porque amamos a quien partió. Para que no duela debería privarme de sentir amor. ¿Estamos dispuestos a vivir sin amar, sin involucrarnos afectivamente con ese proyecto? Cuando tenemos la capacidad de abrazar nuestro dolor, tomarlo como parte del camino de la vida y como una experiencia para crecer, ese dolor nos hace más humanos. Por el contrario, si luchamos contra eso que nos genera dolor, el sufrimiento se hace presente y nos paraliza. Esta es una invitación a mirar la experiencia del dolor desde una perspectiva más luminosa, pero sé que cuando “duele” sentimos que esta postura es absurda. Yo acompaño desde la certeza de que este movimiento existencial en el hombre es posible. Somos muchos los que hemos podido sanar y transformar el dolor en experiencias de más vida, no fui tocada con una barita, es una posibilidad que todos podemos concretar.

Para la logoterapeuta, lo sagrado de su trabajo reside en acompañar, sostener y ampliar la luz del otro que padece.
—¿Cómo nos pueden ayudar en este camino herramientas como la meditación o las visualizaciones?
—Esta dimensión se puede alimentar de muchísimas formas. La meditación y la visualización, por ejemplo, son dos herramientas que nos permiten llevar la atención por sobre la incomodidad que sentimos, el dolor que atravesamos, o el diagnóstico que nos entregaron. Somos mucho más que eso. Somos seres creadores, podemos crear lo que queremos ser y hacer con lo que nos pasa y, a veces, con lo que no podemos cambiar. Hay muchas otras formas de desplegar la creatividad espiritual: a través del arte, del humor, del servicio a los demás. Los animo a pensar cuál es la de ustedes.
—¿Cómo trabajás en tus consultas?
—La experiencia de acompañar a alguien en sus procesos de autoconocimiento, autoaceptación y autorrealización es sagrada. Ser testigo de ese misterioso movimiento que nos permite transformar el dolor en una experiencia de más vida es maravilloso. En cada encuentro yo soy un instrumento. Imaginate a un detective que le entrega a ese otro una lupa para que pueda encontrar el tesoro. Yo no sé cuál es el tesoro que esa persona encontrará, o cuál es el sentido oculto detrás de esa experiencia adversa, pero confío plenamente en la capacidad del hombre para develarlo. El modo en el que acompaño el proceso, favoreciendo el despliegue de la dimensión espiritual, muchas veces es a través del diálogo socrático. Son preguntas para la indagación o la búsqueda de nuevas formas, caminos y horizontes. A veces sólo basta con cambiar de lente y el ángulo desde el cual observamos la realidad que nos atraviesa. Por ahí suena muy romántico, pero es posible.
—Contame de tu taller “Caminantes en busca de sentido”, con el libro de Victor Frankl.
—Este año lo leí por 14va vez. Es increíble cómo un libro nos puede habilitar diferentes cosas cada vez que lo tomamos. Para mí, esto no es novedad. Yo cambio todo el tiempo con lo que me pasa y, por ende, no soy la misma cada vez que tomo el libro. El taller fue mutando a lo largo de los años, y lo reformulo con cada grupo de caminantes. El libro es simplemente un disparador. Son cinco encuentros de dos horas cada uno. Por el momento lo realizo por Zoom con un máximo de 16 personas entre 20 y 100 años. Lo que se genera en el grupo es tan íntimo y profundo que me cuesta describirlo. Es un viaje a bucear desde el marco de la logoterapia, para abrazar lo que somos, lo que hemos podido hacer con ello, y conectarnos con nuestro anhelo de desarrollar una vida más libre de la mano del sentido. Para iluminar la dimensión espiritual en cada uno de los caminantes utilizo música, poesía, imágenes y meditación.
—Florencia, a pesar del dolor tan inmenso que viviste ¿Pudiste volver a ser feliz?
—Según el rumoreo popular, perder un hijo es lo peor que te puede pasar. Pero yo soy inmensamente feliz. La felicidad no tiene que ver con la ausencia de dolor, sino con la presencia de sentido.
Más info: IG/ @florencia.barcena
Muchas gracias, Florencia ,por tu testimonio. La importancia de la escucha amorosa! Vuelvo al tema central: qué bueno que, tanto vos, cómo tu esposo hayan transitado éste camino juntos. No tuve la misma posibilidad. Frente a la muerte de mis primeros dos hijos, ( gemelos y varones), debido a una mala praxis médica, no encontré en mí esposo ningún tipo de apoyo. No me dejé estar pero, tardé bastante en salir adelante. Estaba viviendo en modo «automático». . A pesar de todo, siempre pensé en el «para qué». También, me fue y, sigue siendo, de mucha ayuda el libro de Viktor Frankl, es más, cada relectura me resuena como un texto nuevo. Ese libro, tiene vida propia!!! Muchas gracias, Paz, por ésta nota!!!
Hermosa nota Paz.
La leo y la recuerdo, hoy desd e otro lugar .
Como siempre poniendo palabras e interrogando desde un lugar iluminado
Así es Flor ❤️