✴ REUNIR NUESTRAS PARTES
¡Con mucha alegría te damos la bienvenida a este nuevo círculo! También con muchas ganas de que el tema de esta nueva edición te convoque tanto como a nosotros. Porque cuando decidimos INTEGRAR todos los aspectos de nuestra vida, la magia sucede. Porque no hay mejor manera de estar en el mundo que uniendo las partes de un rompecabezas que, por momentos, sentimos disociadas, dispersas. Lo que queremos decirte es que siempre se puede vibrar en unión. Integrados con nosotros, mismos, con los demás, con el entorno. Rendidos al misterio. Por eso te invitamos a explorar los contenidos que pensamos en este círculo para vos. ¡No te pierdas nuestro editorial!
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Es tal cual lo que pasa con una receta. INTEGRAR todos los ingredientes es la clave para que el plato que queremos preparar nos salga bien. Con esa idea iniciamos esta exploración: descifrar cuáles son «esos» ingredientes que necesitamos para amasar nuestra unidad. INTEGRAR-NOS, esa será la piedra angular de este nuevo círculo.
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Reunir nuestras partes
De algún modo, somos un rompecabezas cuyo diseño final aún no vislumbramos. Y puede que el enigma de descifrarlo nos lleve la vida entera. Una aventura a puro ensayo y error para hacer encajar todas nuestras piezas. Hasta que, cuando parece que no hay coincidencia, cuando los bordes chocan unos contra otros, nos sentimos desorientados. O lo que es peor, nos movemos por la vida creyendo que somos seres incompletos. Entonces nos preguntamos si hay algo malo en nosotros. Si no será que quizás hemos nacido con una parte de menos.
Sin embargo, existe un secreto bien guardado entre las páginas de nuestra biografía. Una verdad mucho mayor que la suma de cada una de los fragmentos de esta historia que vamos construyendo cada vez que cumplimos años. Un big bang que todavía no explotó, y que contiene la fuerza de todos los átomos y las moléculas de nuestro universo. Esa unidad de la que venimos y que, sin importar cuánto nos rasguemos en el camino, siempre podemos volver a integrar.
Lo importante es tener presente que no carecemos de ninguna de nuestras piezas, sino que encarnamos en el mundo con todo lo que necesitamos. Tenemos un cuerpo, una mente y un alma que conviven en una retroalimentación permanente. Es sólo que algunas veces nos concentramos en una porción de nosotros mismos, perdiendo de vista todo lo demás. Es ahí cuando algo se desbalancea y ese desequilibrio siempre se hace notar: pensamos más de lo que sentimos, nos ejercitamos más de lo que reflexionamos, desconectamos de las emociones o de la espiritualidad. Y poco a poco, en ese “modo supervivencia”, vamos perdiendo la integridad.
De igual manera nos disgregamos cuando enfocamos una lupa sobre nosotros mismos, sin prestar atención al entorno ni a las personas que nos rodean. Cuando nuestro ombligo se vuelve el centro de mando de todas las operaciones que nos conciernen y nada de lo que sucede a nuestro alrededor logra escapar a esa realidad. La sensación de soledad, de desunión, se hace presente. “¿Y ahora qué?”, nos preguntamos, porque de repente perdimos la noción de algo mayor; nos alejamos de la dimensión sagrada de la existencia.
El arte del kintsugi, la técnica japonesa que une con polvo de oro los pedazos de los objetos que se han roto, nos ofrece una pista sobre eso que tendremos que salir a buscar. Porque todos anhelamos ir hacia la unidad sin importar cuántas cicatrices coleccionemos en el camino, con el fin de sentirnos reparados alguna vez. De eso se trata: de hacer un trabajo minucioso y artesanal con nuestra vida, pegando a consciencia y con coraje cada una de las partes cada vez que parece que no son suficientes o que no encajan.
Conformamos una unidad como seres humanos y a su vez estamos unidos a otros y a todas las criaturas y los paisajes de la naturaleza. Sí, aunque muchas cosas nos parezcan ajenas, lejanas, separadas de nuestra realidad. ¿Qué tienen que ver los cóndores con nuestras ajetreadas experiencias urbanas? ¿Dónde queda el calor del sol cada vez que nos sentimos prisioneros de la oscuridad?
Cerrarnos al misterio de lo trascendente es el candado con llave que nos impide cruzar esa puerta hacia lo que nos hace íntegros, humanos. Porque al otro lado, como en una receta, están listos todos los ingredientes. Sólo tenemos que animarnos a entrar en la cocina de esos que somos para unir, mezclar y amasar con amor y delicadeza. Hasta sentir que todas esas cosas de las que estamos hechos se han vuelto algo uniforme, elástico, consistente. Como diría la abuela: “Revolvé y revolvé hasta que ya no nos queden grumos”.
No hay atajos en la travesía. Cada vez que nos desintegramos tenemos que volver a hacer coincidir nuestros bordes con cuidado, amasar otra vez nuestros ingredientes, unir con polvo de oro las roturas. Como las notas musicales que, por sí solas, perdidas, le dan la espalda a la belleza de una verdad mayor: el hecho estético de que nacieron para estar juntas y hacer que aflore, en el sutil intercambio entre los sonidos y los silencios, el sentido final que le dará esa comunión a través de la interpretación de una orquesta. ¿Qué tal si en este nuevo círculo nos animamos a convertirnos en nuestra mejor obra?
Por María Eugenia Sidoti
«Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo asuma tú también habrás de asumir,
Pues cada átomo mío es también tuyo.
Vago al azar e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo sobre la tierra,
para contemplar un tallo de hierba».
✴¿TE INTEGRÁS CADA DÍA?
Qué pregunta compleja, ¿no? Sin embargo, si te animás a formularla, la respuesta aparece. Se trata de hacer una pausa, de recuperar la presencia, de observar. No hay fórmulas universales. Tampoco soluciones a largo plazo. Sólo valen el día a día, la prueba y el error, la experiencia personal. La intransferible noción de que habitamos un universo compartido pero que, a su vez, somos en esencia un universo completo, compuesto de piezas que encajan a la perfección. Al final del viaje, haber tenido el valor de integrarnos para integrar algo más grande habrá valido la pena. ¿Estás lista, listo, para esta maravillosa misión? ¡Escribinos y contanos qué te hace sentir este tema! Te leemos en hola@circulosophia.com
🤍¿Qué significa para vos INTEGRAR? ¡Contanos!
Queremos leerte. Conocer tu punto de vista sobre esta verdad: somos seres integrados. Claro que a veces nos sentimos tan frágiles que parece que nos hubiéramos fragmentado, roto. Si esto te pasó en algún momento de tu vida, si sentiste la dolorosa desunión de todas tus partes o de todo a tu alrededor, entonces este círculo tiene mucho para ofrecerte y vos tenés mucho para ofrecerle también… Porque toda experiencia es circular. En su famosa obra Tiempos circulares Jorge Luis Borges escribió: «El presente es de todos». De eso se trata. De que, entre todos, hagamos de este presente un lugar mejor para todos.
Estamos cerca, compartinos todo lo que quieras enviando un correo a hola@circulosophia.com ¡Te leemos!
La sombra personal: un monstruo que nos visita
Integrar nuestras sombras puede parecernos un trabajo demasiado arduo, pero a la larga siempre resulta esclarecedor. Por eso, en este círculo te proponemos animarte a andar un camino que no tiene vuelta atrás.
Matías Muñoz: “Detrás de algunos síntomas físicos hay emociones no expresadas”
El psicólogo Matías Muñoz nos invita a viajar por el mundo de las emociones para mostrarnos cómo darnos permiso para sentir y decir lo que nos pasa, puede ayudarnos a llevar una vida más integrada y coherente con quienes somos
Integrar la primavera a nuestra vida
La primavera nos invita a renovarnos en cuerpo y alma, y a conectar cada vez más con la belleza de la naturaleza. En esta nota te compartimos algunas ideas para darle la bienvenida a la estación más linda del año con todos los sentidos.
Conformar una totalidad
¿Qué pasaría si hiciéramos una lista con todas las cosas que nos constituyen como seres humanos y que, a su vez, nos integran a otros? Una reflexión sobre el profundo sentido de la vida.
Cómo abrazar la fragilidad en nuestras vidas
Por Dr. Rick Hanson
La verdad de cualquier cosa es como un mosaico con muchos azulejos y muchas partes.
Una parte de la verdad de las cosas es que son robustas y duraderas, ya sea El Capitán (el monolito de granito ubicado en el Parque Nacional de Yosemite, California, Estados Unidos), o el amor de un niño por su madre y su padre.
Otra parte de la verdad es que las cosas se magullan, desgarran, erosionan, dispersan o terminan; fundamentalmente, son frágiles. Hablando de El Capitán, supe de alguien que lo escaló y que acababa de colocar anclas sobre una larga grieta horizontal, cuando la lámina de granito sobre la que estaba parado se rompió y cayó como un panqueque de mil toneladas al fondo del valle (sobrevivió, aferrado a sus anclas). El amor y otros sentimientos a menudo cambian en una familia. Los cuerpos enferman, envejecen y mueren. La leche se derrama, los vasos se rompen, la gente te maltrata y los buenos sentimientos se desvanecen. Nuestra sensación de calma o valía se altera fácilmente. Las guerras comienzan y luego terminan mal. Los planetas se calientan y los huracanes inundan las ciudades. Los terremotos causan maremotos y dañan los reactores nucleares.
La vida es como un castillo de naipes, y una sola ráfaga (un despido en el trabajo, una lesión, un error de juicio, un poco de mala suerte) puede derribarlo. Desde una perspectiva más amplia, dentro de varios miles de millones de años, nuestro Sol se hinchará y se convertirá en una estrella roja gigante que consumirá Mercurio, Venus y la Tierra: el Gran Cañón y el Océano Pacífico, y todas las obras de la humanidad, llegarán a su fin, completamente frágiles.
A veces sobreestimamos la fragilidad de las cosas, como cuando no reconocemos los profundos pozos de fortaleza interior en nosotros mismos y en los demás. Pero creo que es más probable que neguemos o minimicemos el verdadero alcance de la fragilidad: da miedo darse cuenta de lo delicado y vulnerable que es tu cuerpo, o los hilos que te unen a los demás, tan fácilmente deshilachados por una sola palabra, o el equilibrio del clima y la ecología en nuestro planeta. Es aterrador y humillante: a nadie le gusta enfrentar la fragilidad subyacente del cuerpo, lo fácil que es que una relación salga mal, las formas en que muchos de nosotros estamos sobrecargados y funcionando con gases, los desvencijados cimientos del sistema financiero global, las profundas fisuras dentro de muchas naciones, o la imprevisibilidad e intensidad de la Madre Naturaleza.
Pero si no reconocemos la fragilidad, perderemos oportunidades de proteger y nutrir tantas cosas que importan, y nos sorprenderemos y molestaremos innecesariamente cuando las cosas inevitablemente se desmoronen. Necesitamos abrazar la fragilidad, para verla con claridad y tomarla en nuestros brazos, para estar cimentados en la verdad, en paz en medio de los cambios y finales de la vida, y ser ingeniosos en nuestra administración de las cosas que nos importan.
La práctica
Simplemente hay que tener en cuenta la fragilidad, tanto real como potencial. Observar cuántas cosas se rompen, definidas en términos generales, y observar cuántas más hay que podrían romperse y eventualmente lo harán: «cosas» como objetos físicos (por ejemplo, taza, blusa, cuerpo, especies, ecosistema, corteza terrestre), relaciones, proyectos, acuerdos, estados mentales, vidas y sociedades.
Notar cualquier incomodidad al reconocer la fragilidad. Tener en cuenta las otras baldosas del mosaico, como la estabilidad, la resiliencia y la reparación, que pueden ayudarte a superar esta incomodidad. Apreciar que es la fragilidad de las cosas lo que a menudo las hace más preciosas.
Ver la fragilidad de los demás y sus dolores y pérdidas relacionadas con todas las cosas que se han «roto» o podrían romperse para ellos. Ver la delicadeza de sus sentimientos, sensibilidades y vulnerabilidades en su sentido de valía o bienestar. Dejar que este conocimiento sobre los demás, tanto de las personas cercanas como las que no lo son, incluso de las personas que son difíciles para vos, les abra tu corazón. Conocer la fragilidad de los demás naturalmente te alejará de ser duro o cruel con ellos.
Ver la brevedad y debilidad de tu propia vida y la fragilidad de tus esperanzas y sueños: ¿por qué esperar otro día para hacer todo lo que razonablemente puedas para cumplirlos?
Considerar dónde eres innecesariamente frágil, tal vez demasiado irritable ante las críticas, demasiado vulnerable a un estado de ánimo deprimido, demasiado propenso a enfermarte, demasiado endeudado, demasiado aislado en el trabajo (o en la vida en general) o con demasiados recursos insuficientes en cualquier área significativa, y hacer un plan realista para apuntalarlos. Por ejemplo, me he estado agotando y me he dado cuenta de que realmente necesito darle mayor prioridad al sueño.
Hacer lo que esté en tu corazón sobre lo que es frágil en nuestro mundo, ya sea ayudar a la persona mayor enferma de al lado o a las víctimas de desastres que están al otro lado del océano.
En última instancia, tratar de hacer la paz con lo inevitable: todas las cosas se desmoronan, de una forma u otra. Todo se agrieta. Y, sin embargo, hay algo tan hermoso en esta parte de la verdad, como dice Leonard Cohen mucho más elocuentemente de lo que yo puedo:
Toca las campanas que todavía pueden sonar.
Olvídate de tu oferta perfecta.
Hay una grieta en todo.
Así es como entra la luz.
Así es como entra la luz.
El Doctor Rick Hanson es psicólogo, miembro principal del Greater Good Science Center de UC Berkeley y autor de varios libros que figuran entre los best sellers del New York Times. Es el fundador de la Coalición Global de la Compasión y del Instituto Wellspring de Neurociencia y Sabiduría Contemplativa.. Más información en www.rickhanson.com