La alquimia que nos transforma

por

Por Sergio Sinay

Aunque se la suele considerar como una práctica esotérica y se la liga con brujos y magos, la alquimia tiene una importancia que se le niega en la historia y el desarrollo de la ciencia. Hasta el siglo trece, marchaba de la mano con la química (incluso la precedía), del mismo modo en que astronomía y astrología se correspondían. El temor a que la alquimia y la astrología concedieran a las personas conocimientos sobre sí mismas y sobre el universo que las hicieran autónomas de los poderes que las sometían, hizo que ambas fueran perseguidas, que se separaran de la química y de la astronomía, que las dos últimas se consideraran ciencias y las dos primeras simples supercherías. Sin embargo, sobrevivieron, y fueron y son estudiadas por respetables pensadores de disciplinas como la filosofía, la historia, la psicología, la ciencia, y siguen contribuyendo a explorar los misterios de la vida en general y de la existencia humana en particular.

En tanto estamos vivos, somos objeto de procesos alquímicos. Con cierta ignorancia se reduce la definición de la alquimia a una práctica ocultista que se propone transformar el plomo en oro y en encontrar el elixir de la vida eterna. El artista polaco Stanislas Klossowski de Rola (1908-2001), conocido como Balthus, extraordinario pintor que encontraba la pureza en el erotismo e influyó en escritores, fotógrafos, pintores y cineastas contemporáneos, dedicó a esta disciplina un muy documentado y ya clásico estudio, titulado precisamente Alquimia. Allí dice: “La ciencia de la alquimia, sagrada, secreta, antigua y profunda, también denominada arte real o sacerdotal y filosofía hermética, esconde tras textos esotéricos y emblemas enigmáticos las vías para penetrar en los secretos más profundos de la naturaleza, de la vida y la muerte y de la unidad, la eternidad y el infinito”.

El cambio que no cesa

Todo lo que vive está en un proceso constante de transformación. En siete años, todas nuestras células se renuevan. ¿Somos entonces los mismos? Hay ahí un tremendo interrogante filosófico y existencial. Según desde donde se mire, somos y no somos. Los alquimistas no pretendían en realidad encontrar el oro a partir de lo que llamaban prima materia (plomo, barro, estiércol), sino que se centraban precisamente en el proceso de transformación de la materia, sometiéndola a una serie de pasos como la disolución, la conjunción, la coagulación, la fermentación, la fragmentación, la impregnación, la fijación, la purgación.

A lo largo de nuestra vida y de los distintos episodios y etapas que atravesamos en los ciclos de esta (infancia, pubertad, adolescencia, juventud, adultez, madurez, vejez) experimentamos, como la prima materia de la alquimia, esos mismos procesos, sea en el orden físico, psíquico o espiritual. Seamos o no conscientes de ello, lo cierto es que ocurre. Carl Jung (1875-1961), poderoso pensador y padre de la psicología arquetípica, veía a la alquimia como un mapa de la evolución psicológica de las personas en el proceso que él llamaba de “individuación”. Es decir, de llegar al Sí Mismo, esa esencia intransferible que hace de cada uno de nosotros el ser único, inédito e irrepetible que es.

«Todo lo que vive está en un proceso constante de transformación. En siete años, todas nuestras células se renuevan. ¿Somos entonces los mismos? Hay ahí un tremendo interrogante filosófico y existencial. Según desde donde se mire, somos y no somos».

Este proceso de individuación se inicia en el ego, máscara o personalidad con la que salimos al mundo y al contacto con los otros. Nuestro ropaje psíquico. El modo en que nos vemos y nos hacemos ver. Hay quienes creen ser su ego y quedan fijados en él. En ese caso, la prima materia o materia basta (como también era llamada) no se transforma. Pero si pasamos a otra etapa (si diluimos el lodo inicial) nos pondremos en contacto con aspectos propios negados, rechazados o ignorados (la Sombra, según Jung), esos que solemos proyectar en otros. Habrá una purgación. La fragmentación de nuestro ego, hasta ahí sólido.

Oro físico y oro psíquico

Solo entonces (tras la disolución de lo que creíamos ser) aparece el Yo, una versión más real de nosotros mismos, pero no la definitiva, porque aún nos muestra parecidos a muchas otras personas. Deberemos seguir avanzando en la alquimia transformadora y experimentar encuentros dolorosos con aspectos propios que, al no haberse transformado aún, han fermentado. Habrá que reconocerlos y calcinarlos. El camino hacia la individuación tiene momentos dolorosos, pero, como decía Jung, se trata de traer lo inconsciente a la consciencia para saber quiénes somos y trabajar en el conocimiento y la transformación de nosotros mismos. Esa tarea (la Obra, u Opus, la llamaban los alquimistas) es una fuente de sentido para nuestra vida.

Quedarse con la idea simplista de que los alquimistas eran unos hechiceros que pretendían convertir metales en oro, es perder la riqueza del símbolo y de lo que éste puede aportar a nuestro autoconocimiento. Como señala la lúcida psicoterapeuta junguiana y eximia astróloga inglesa Liz Greene en su seminario La alquimia como metáfora psicológica (incluido en el libro La dinámica del inconsciente, en coautoría con Howard Sasportas), “el oro físico y el oro psíquico son lo mismo en los escritos alquímicos y de manera semejante la materia innoble se encuentra tanto en el interior del alquimista como fuera de él”. La alquimia, agrega Greene, unifica e integra todos los aspectos de la psique y hace del adentro y el afuera una totalidad. Es que nuestros procesos de transformación, que son continuos y no ocurren solo cuando nos lo proponemos, no se dan al margen del mundo en que vivimos y de nuestros vínculos, sino que en él y con ellos. Cuando somos conscientes de tales procesos nos convertimos en alquimistas. Y para ello somos nuestra propia prima materia.

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1 Comentario

  1. Laura2023

    Gracias por esta nota, que nos recuerda verdades tan profundas.
    Admiro a Sergio Sinay, por hacer accesible los conceptos psicológicos para que todos podamos entenderlos.

    Responder

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