Las maravillas del vivir

por

Por Guillermo García Arias

Alegría: el solo hecho de ver escrita esta palabra invita a la sonrisa. Huellas mnémicas que nos acompañan desde nuestra niñez le dan sustento a esta reacción corporal. Desde que empieza a recibir información clara a través de sus ojos, el niño inicia muecas que lo llevan a esbozar sus primeras sonrisas. Esas sonrisas son el espejo de los rostros alegres que aprecia a través de sus pupilas. 

Hay alegría producto del encuentro con un nuevo ser que acaba de llegar al mundo. Es lindo estar alegre, sobre todo porque sentimos bienestar y el cuerpo percibe esta sensación tan agradable. Podemos sumar algarabía, celebración, y se concreta una atmósfera de disfrute: todo eso es lo que los integrantes de una familia expresan ante la llegada del nuevo ser. Y el niño recordará siempre el jolgorio con el que fue recibido nomás al abrir sus ojos y comenzar a ver.

Por lo tanto, una de las manifestaciones primordiales de la alegría es la bienvenida a un nuevo integrante de la familia, ya sea hijo, hermano, primo, sobrino, nieto. Esta llegada tiene que ver con algo que era un proyecto y se materializó. La ilusión que llega con la noticia del embarazo y su culminación luego de la “dulce espera” de nueve meses.

Toda alegría acompaña a un logro, a la culminación de una idea, a alcanzar un resultado. A incorporar algo que adquiero: un resultado deportivo, amoroso, profesional, intelectual, cultural. Terminar una carrera, comprometerme o concretar un matrimonio; todo lo que sueño con alcanzar. Cuando se logra un objetivo, me invade naturalmente la alegría.

También está la alegría del contagio, pues la sonrisa y la risa son contagiosas. Hay pueblos más serios que otros, y eso pasa a ser parte de cómo se perciben las distintas situaciones de la vida. Hay comunidades en las que compartir algún tipo de bebida alcoholizada es, automáticamente, una celebración; mientras que en otros esa emoción se expresa con saltos y abrazos.

Pero si avanzamos un poco más, y nos aventuramos en un funcionamiento más consciente, veremos que existe una forma privada y única de manejar nuestros sentimientos. Porque cada uno de nosotros puede, a su vez, esbozar otra idea o aspecto de la cuestión de la alegría.

Hay innumerables situaciones de nuestra vida en las que la alegría es una elección. Suena fuerte pero es así. Y es importante hacer hincapié en eso: la alegría es, también, aquello que elegimos. Todo ser humano tiene el poder de cuidar sus pensamientos, esto es cuidar qué tratamiento les da a sus pensamientos en su mente. Porque yo puedo elegir a qué pensamientos les doy curso y también a cuáles no.

Todos tenemos algo que se llama “crítico interno” o “aspectos críticos”. Los psicoanalistas lo denominan “super yo”. En realidad, estamos habitados por varios críticos que a veces se camuflan muy bien y que, en la medida que “compramos” lo que dicen, nos hunden y nos sumergen en distintos tipos de tristeza.

Son aquellos que nos dicen: “¡Pudiste hacerlo mejor!”, “¿Por qué no llegaste a los objetivos?”, “En realidad tu compañero jugó mejor que vos”, “¿Cómo te equivocaste tanto?”. Si uno aprende a manejarlos y los corre, eligiendo otras voces de la mente, que son estimulantes y que nos apoyan, el resultado será muy distinto. Es ahí donde comprendemos que la alegría, más allá de ser una reacción a elementos externos, es una profunda elección de vida.

Yo puedo elegir a qué pensamientos dar curso aun en situaciones adversas y entonces sentir alegría por innumerables cuestiones de la vida, pese a experimentar hechos no muy felices. En la medida que me deslizo por el sendero del desarrollo humano, mejor puedo comprender que también, como ya he dicho, la alegría se elige. 

Hemos experimentado ejemplos en los que una persona sonríe siempre a lo largo de su camino, mientras que otras hilvanan rostros adustos y serios. Tiene mucho que ver dónde elijo pararme para observar lo que ocurre a mi alrededor. Incluso personas convivientes en el mismo lugar, con tránsitos muy parecidos, reaccionan de formas totalmente opuestas. Está quien sonríe siempre y el que está amargado siempre. Podríamos arriesgar asociarlos al pesimismo o al optimismo. 

La alegría es uno de los sentimientos básicos del ser humano y, a su vez, también es una de las emociones básicas del hombre. Puede surgir espontáneamente, como también puede ser producto de la manera en que me permito percibir lo que pasa a mi alrededor. 

Bienvenida la alegría, bienvenido el bienestar. Y bienvenido el conocimiento que me permite saber que puedo aprender todos los días algo que me haga percibir lo que ocurre en tonos más celestes y más diáfanos que otros. Pero eso depende de cada uno de nosotros, en función de nuestra natura y nuestra nurtura, esto es, del hogar y la formación y educación que hemos recibido y también, por otro lado, de las herramientas que he podido ir aplicando a las situaciones que la vida me ha puesto delante.La alegría manifiesta un estado de bienestar del ser, da cuenta de la forma en que permito que el afuera impacte en mi adentro. Mayores dosis de alegría, implicarán mayores porcentajes de inmunidad en mi biología. Mayores dosis de inmunidad en mi biología, impactarán en una salud más fuerte de mi cuerpo-mente. Mayores dosis de salud implicarán, a su vez, mayores posibilidades de disfrutar de las maravillas del vivir.


Guillermo García Arias

Humanista, orador, escritor, consultor, referente del Counseling, motivador, comunicador e inspirador de personas y empresas. Descubrí su trabajo en www.garciaarias.com.ar

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