Natali Gumiy: «La compasión nos permite vivir una vida auténtica, genuina, atenta»

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“Estar atentos a lo que estamos sintiendo, y conocer qué es lo que necesitamos, trae beneficios para nuestra salud en general”, nos dijo Natali Gumiy, licenciada en Psicología, a quien entrevistamos este mes para seguir explorando en la manera que elegimos habitar nuestra vida, y también para encontrar nuevas herramientas que nos permitan sentirnos mejor con nosotros mismos y con otras personas. 

Especializada en la Terapia Centrada en la Compasión y miembro de Motivación Compasiva, una institución que se dedica a la diseminación y a la investigación de la compasión, Natali nos habla de la importancia de cultivar esta cualidad para llevar una vida cada día más plena en consonancia con lo que queremos, aprendiendo además a comunicar y a poner límites a aquello que nos incomoda o no nos hace bien.

Natali, ¿qué es la Terapia Centrada en la Compasión?

La CFT (sigla en inglés de Terapia Centrada en la Compasión) es una terapia fundada por el profesor y psicólogo británico Paul Gilbert, específicamente creada para trabajar con personas con altos niveles de autocrítica y vergüenza. Es un tipo de psicoterapia que integra varias miradas y enfoques como el modelo evolucionista, la neurociencia afectiva, la psicología del desarrollo y las prácticas contemplativas.

¿Cómo definirías la compasión?

—Desde la CFT puedo hablarte de una definición de compasión orientada hacia la sensibilidad. Es la sensibilidad hacia el sufrimiento en nosotros y en los demás, hacia aquello que nos resulta difícil, desafiante, o que nos genera dolor emocional; con el compromiso y la sabiduría de poder llevar a cabo acciones que nos ayuden a aliviar y prevenir ese sufrimiento. 

¿La compasión es una emoción?

—La compasión no es una emoción, es una motivación. Pero puede estar texturizada por una gama de emociones: puedo ser compasivo y estar enojada/o, alegre, triste. Al ser una motivación, direcciona la forma en la que pensamos, sentimos y actuamos. Se trata de cultivar una forma de ser y estar en el mundo. Y para que esto suceda necesitamos entrenar nuestras mentes. Los seres humanos tenemos cerebros que están preparados para la supervivencia: para poner en acción ciertas conductas que nos mantengan “con vida”. Por lo tanto, naturalmente tenemos una tendencia a evitar el dolor, el sufrimiento, a querer salir corriendo cuando las cosas se ponen difíciles.

¿Qué pasa cuando actuamos así?

—Generalmente, cuando actuamos así ante dificultades no desaparece el sufrimiento, ni el dolor, sino todo lo contrario. Ponemos en acción algunos comportamientos autoindulgentes (comprar cosas, mirar muchas horas de series, adicciones, ejercicio en exceso, etc.), que generan cierto “bienestar” a corto plazo, para evitar las situaciones que nos generan malestar. Pero luego de esa satisfacción cortoplacista el malestar vuelve a aparecer. Y continúa. La búsqueda tiene que ver con poder estar con los desafíos que se nos presentan en la vida.

¿Cómo sería vivir con una actitud compasiva frente a una situación difícil?

—Parte de la práctica es mantenernos en la consistencia de que nos vamos a quedar ahí con eso que está pasando, sintiéndolo, no para regodearnos en el sufrimiento, sino para decir: “Ah, hoy me desperté ansiosa porque tengo que hacer determinada cosa. Noto mi frecuencia cardíaca activada. Mi voz está temblorosa. Estoy sudando”. Entonces, una vez que sé cómo estoy y qué me está pasando, puedo decidir tomarme una pausa, darme un baño caliente, hacer una meditación, hacer yoga, ponerme a pintar, salir a caminar, cantar, bailar, poner mi cuerpo al servicio, para disponerme desde el cuerpo, también, a bajar esa activación de mi sistema nervioso. Entendiendo que quizás es una situación difícil para mí, pero pensando cómo prepararme para estar con el cuerpo más enraizado, con la respiración más ralentizada, con la mente un poco más espaciada.

¿Por qué hoy se está hablando tanto de la importancia de darle lugar al cuerpo además de la mente?

—Porque hoy sabemos de la importancia del cuerpo como canal para conocer qué es lo que estamos sintiendo. Nuestras mentes poseen sus propias narrativas: nos hacemos muchas historias sobre quiénes somos y sobre quiénes son los demás, pero no conectamos con lo que sentimos a través de esas narrativas. Quedamos atrapados en ellas, divididos en mente y cuerpo. Trabajar desde el cuerpo nos da asentamiento para nuestras mentes. Nos ayuda a desarmar estas narrativas o historias que generamos y que van dirigiendo la forma en la que percibimos el mundo. Tenemos que sentir el cuerpo para saber qué necesitamos.

Vos decís que la compasión fluye en tres direcciones. ¿Cómo sería esto?

—Sí. Cultivamos el fluir de la compasión hacia los demás, el fluir de la compasión hacia uno mismo y el fluir de la compasión de poder recibir compasión de los otros. Parte del trabajo que hacemos en la CFT es descubrir que en la historia personal de cada uno, alguno de estos fluidos se puede encontrar bloqueado. Es decir, yo puedo ser muy compasiva con los otros, pero encontrar ciertos bloqueos o resistencias, por ejemplo, en recibir compasión de los demás u ofrecerme compasión a mí misma.

¿Esto tiene que ver con la historia de cada uno?

—Al ser la compasión una motivación de cuidado, mi historia de cuidado va a estar atravesada por la forma en la que naturalmente tienda a ser compasiva/o. Si a lo largo de mi vida tuve experiencias de poco cuidado, es muy posible que no sepa cómo cuidar o cuidarme. Identificar esto nos ayuda a comprender que ésta ha sido nuestra historia y que no hay nada malo en ello. Pero gracias a que nuestros cerebros son neuroplásticos (tienen la capacidad de cambiar), podemos entrenarlos en generar nuevas conexiones cerebrales orientadas hacia esta motivación compasiva.

¿Es lo mismo compasión que empatía?

—No. Si bien la compasión se compone de la empatía, la compasión podría decirse que es empatía + acción. Porque yo puedo ser empático conmigo mismo y poder comprender que me está pasando algo y quedarme en eso. O puedo ser empático con otra persona y entender que está triste porque perdió a una persona o perdió su trabajo. Pero ahí falta la parte de la acción, que es muy importante dentro de CFT, y tiene que ver con poder entrenar determinadas habilidades beneficiosas para el bienestar. 

¿Con qué tiene que ver el bienestar en CFT?

—Está relacionado a poder aliviar o prevenir el sufrimiento, que no es “no sentir dolor”. Al contrario, la compasión es una habilidad muy activa: yo me doy cuenta de lo que me está pasando, y hago algo sobre eso. Estoy sensible a mi propio sufrimiento, y tengo los recursos para poder atravesar y entender qué es lo que necesito en estos momentos difíciles o de malestar. 

Hay quienes piensan que ser compasivos con los demás es “aceptar cualquier cosa que haga el otro” o “tenerle lástima”.

—En mucha gente aparecen miedos o resistencias con respecto a la compasión, justamente porque la entienden así, como si fuera algo pasivo. Pero como te decía antes, la compasión es súper activa y tiene la cualidad de que yo pueda encontrar en esa sensibilidad cierta autoridad sobre mí misma. Es decir, quizás necesito ser compasivo poniendo límites. No se trata de que, por ser suave o amable, sea una sumisa o me deje pasar por arriba. Eso es un mal entendimiento de la compasión. La compasión ahí irrumpe y dice: “Acá yo estoy incómoda, esto no lo quiero tolerar más”.

Es interesante lo que decís de conocer también nuestros propios límites…

—Sí. Está en relación a poder detectar qué es lo que yo siento y necesito, y también discernir cuánto malestar me genera o no determinada situación. La compasión tiene esta cualidad de autoridad benevolente. Yo soy mi propia autoridad y necesito conocer mis propios límites personales. Y también poder comunicarlos asertivamente. 

¿Por ejemplo?

—Por ejemplo pudiendo decir: “Yo hasta acá llego con esta conversación, porque no estoy dispuesta a seguir conversando en estos términos”. O “la verdad es que yo en este trabajo no estoy cómoda, se dan dinámicas abusivas y por más que necesite trabajar, me voy a dar un tiempo hasta encontrar otra cosa”. Es poder poner límites desde uno hacia los otros y desde uno hacia uno mismo. Límites suaves, que estén orientados y conectados con lo que estoy sintiendo y con lo que estoy necesitando.

Pero ahí se podría pensar que estoy siendo compasiva conmigo y no con el otro…

—Cuando vamos desarrollando esta motivación compasiva (de cuidado), puedo registrar que no sólo se trata de mi propia narrativa, sino de que el otro tiene una historia personal que le hace responder de esa manera. Y yo puedo decidir qué hacer con eso. No es que por entender me tengo que quedar ahí. Puedo tomar una decisión absolutamente compasiva conmigo misma y también ser compasiva con el otro, entendiendo que posiblemente mucho de eso que está sucediendo tiene que ver con su historia. Pero quizás en este momento lo mejor para mí es tomar distancia, incluso sintiendo el dolor que me puede generar tomar distancia de alguien que quiero, porque me siento juzgada, rechazada o hay ciertos comportamientos que me generan malestar.

A veces cuando hacemos esto hacia los otros, nos sentimos egoístas. ¿Cómo lo ves?

—Esto quedaría ahí, si no comunico cuáles son mis necesidades. Puedo darme cuenta de que necesito tomar distancia de una situación o persona porque en este momento no tengo los recursos necesarios para afrontarlo. Puedo estar atravesando una situación de duelo o mucho estrés, y no tener más energía para comprometerme con otra actividad. No se trata de no responder, o no decir al equipo de trabajo que no puedo. Sino que necesito la fuerza y el coraje de primero conocer mis propios límites personales, para después poder decir: “Lo lamento mucho, pero por el momento no puedo agregar una actividad más en mi agenda, ya que me encuentro con muchas actividades en este momento”. A veces, por temor o vergüenza, seguimos sumando y sumando y esto afecta nuestra salud mental y emocional. No se trata de egoísmo, se trata de estar atentos a nuestras necesidades. Y una habilidad muy importante es la comunicación asertiva.

¡Qué fundamental es la buena comunicación!

—Pedir lo que necesito y/o comunicar lo que necesito (con respeto hacia mí mismo y hacia los demás) es muy importante, y cuando esto se activa no hay conflicto. 

A veces también creemos que ser compasivos con el otro, es resolverle todos los problemas.

—Ser compasivo con el otro de ninguna manera implica ponernos en un modo de resolución de problemas y estar diciéndole qué es lo que puede hacer para sentirse menos triste o menos ansioso, porque podemos invalidar su experiencia emocional. Es poder discernir qué es lo más valioso de ese momento. Quizás es simplemente sentarse al lado y estar en presencia y en silencio. Es también poder preguntar: ¿Hay algo que puedo hacer por vos? ¿En algo te puedo acompañar? 

¿Qué pasa cuando no sabemos qué necesitamos o qué estamos sintiendo?

—Para descubrir esto se requiere de un acompañamiento, llámese programa de compasión, terapia, o alguna actividad que me conecte con el cuerpo y las emociones, como meditaciones, visualizaciones, yoga, danza, caminar, correr. Todas nos ayudan a llevar la atención al cuerpo y dejar de estar en nuestros pensamientos al menos por un rato.

—¿En qué nos beneficia trabajar la compasión?

—Poder estar atentos y conocer qué es lo que necesitamos influye en nuestra salud en general, porque podemos conocer cómo funciona nuestro cuerpo y qué necesita: descanso, restauración, ralentizar el ritmo, pausas, descansar. Esto trae beneficios fisiológicos y en nuestras mentes (menos rumiación, claridad, creatividad). Y nos permite mayor conexión con los otros. Porque al estar conectado conmigo mismo, puedo tener mayor conexión con los demás.

¿Por qué crees que hoy se está hablando tanto de la compasión?

—Porque la vida no es fácil y los seres humanos somos complejos. Y la compasión nos permite vivir una vida auténtica, genuina, atenta, conocer mis propios límites, entender mi propia experiencia emocional, sabiendo que soy un ser humano y que hay muchos mecanismos biológicos que se activan ante determinadas situaciones. Sin embargo, puedo conocer qué es lo que necesito hacer en esos momentos. No es que la vida se pone más fácil cuando entreno la compasión, sino que me da esta posibilidad de poder discernir, tolerar y transformar ese malestar. 

—¿Algo más que quieras agregar?

—Quisiera decir que ser compasivos no es fácil, no se logra de un día para otro, necesitamos entrenarnos y también ir probando qué es lo que nos ayuda en cada momento. No hay una receta mágica. Somos seres sociales y contextuales y la compasión se expresa en diferentes facetas también en función de los contextos. Posiblemente si en el trabajo no estoy teniendo un buen día, salir en mi hora de almuerzo a un lugar con naturaleza y al sol me ayude. O si no tengo un buen día con mi familia, pedir un abrazo puede ayudar a aliviar mi malestar. Todas estas cualidades que posee la compasión, que están al servicio de cultivar una identidad de cuidado hacia uno mismo y hacia los demás.

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