Edward Edinger: «Nuestra relación con la vida se ha vuelto ambigua»

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«La condición de todo hombre es una solución en jeroglíficos, oculta como si estuviera en clave, a las preguntas que uno se podría hacer. Se experimenta esta condición como vida, antes de comprenderla como verdad».

Nature, Ralph Waldo Emerson

Uno de los síntomas de la alienación en la era moderna es la sensación generalizada de falta de sentido. Muchos pacientes buscan psicoterapia no por culpa de un trastorno claramente definido, sino porque sienten que su vida no tiene ningún sentido. El psicoterapeuta observador apenas puede evitar la impresión de que estas personas están experimentando los efectos perturbadores de una experiencia infantil insatisfactoria junto al trastorno ocasionado por una importante transición cultural. Parece que estamos pasando por un momento de reorientación psicológica colectiva que es equivalente, en magnitud, al surgimiento del cristianismo de las ruinas del Imperio Romano. Acompañando el declive de la religión tradicional, se produce una profunda desorientación psíquica general. Hemos perdido nuestra orientación. Nuestra relación con la vida se ha vuelto ambigua. El gran sistema de símbolos que es el cristianismo organizado parece que ya no puede exigir el compromiso total de los hombres ni satisfacer sus necesidades últimas. El resultado es una profunda sensación de falta de sentido y de alienación de la vida. Queda por ver si surgirá, o no, un nuevo símbolo religioso colectivo. Por el momento, aquellos que son conscientes del problema están obligados a hacer su propia búsqueda individual de una vida con sentido. La individuación se convierte en su forma de vida.

Uso la palabra «sentido»¹ de forma especial. En general, podemos distinguir dos usos diferentes de la palabra. El uso más común se refiere al significado, al conocimiento abstracto y objetivo transmitido por un signo o representación. Así, por ejemplo, la palabra caballo significa una especie particular de animales de cuatro patas; o un semáforo en rojo significa detenerse. Estos significados abstractos y objetivos transmitidos por signos. Sin embargo, hay otro tipo de sentido, a saber, el sentido vivo y subjetivo que no se refiere al conocimiento abstracto, sino a un estado psicológico que puede dar significado a la vida.

Es esta acepción la que usamos cuando describimos una experiencia profundamente conmovedora que aporta algo significativo. Tal experiencia no transmite un significado abstracto o, al menos, no es lo principal sino más bien un sentido vivo que, cargado de emoción, nos relaciona orgánicamente con la vida como un todo. Los sueños, los mitos y las obras de arte pueden transmitir este sentido subjetivo vivo, que es bastante diferente del significado objetivo y abstracto. El error al separar estos dos usos diferentes de la palabra «sentido» lleva a hacernos la pregunta incontestable: «¿Cuál es el sentido de la vida?». La pregunta no puede responderse de esta forma porque confunde el significado objetivo y abstracto con el sentido subjetivo y vivo.

Si reformulamos la pregunta para hacerla más subjetiva y nos preguntamos «¿Cuál es el sentido de mim vida?» es casi lo mismo que la pregunta «¿Quién soy?». La última pregunta es claramente subjetiva. Una respuesta adecuada solo puede venir desde adentro. Por lo tanto, podemos decir: el sentido se encuentra en la subjetividad. Pero, ¿quién valora la subjetividad? Cuando usamos la palabra subjetivo, generalmente decimos o implicamos solo subjetivo sin tener en cuenta la dimensión de la interioridad, como si el elemento subjetivo no tuviera ninguna consecuencia. Desde el declive de la religión, no hemos tenido una aprobación colectiva adecuada de la vida subjetiva e interior. Todas las tendencias van en la dirección opuesta. Las diversas presiones de la sociedad occidental instan sutilmente al individuo a buscar el sentido de la vida en lo externo y en la objetividad. Ya sea que lo objetivo sea el Estado, una organización corporativa, la buena vida en lo material o la adquisición de conocimiento científico, en todos los casos el sentido humano se busca donde no existe, en lo externo, en la objetividad. La subjetividad única, particular, no duplicable, del individuo que es la verdadera fuente de sentido humano y que no es susceptible de un acercamiento objetivo y estadístico, es la piedra rechazada por los constructores de nuestra visión del mundo contemporáneo.

Ego y arquetipos, una ventana a los símbolos de transformación, se llama el libro de Edward F. Edinger que nos propone ahondar en el valor simbólico de la vida.

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