Dicen algunas corrientes espirituales que cada uno de nosotros —es decir, cada una de nuestras almas— eligió venir a experimentar una vida humana en el planeta Tierra. Dicen que ante la posibilidad de subirnos al barco que conducía hasta acá, dijimos que sí con ganas. Se ha dicho, incluso, que hacíamos fila esperando que nos tocara el turno para venir.
Parece ser que antes de subir al barco, nos explicaron que el viaje a emprender no era fácil: nos enfrentaríamos a tormentas y tempestades, y en más de una ocasión, perderíamos el norte. Pero también nos prometieron los paisajes más increíbles que pudiéramos imaginar y la gente más maravillosa que pudiéramos conocer: viajábamos camino a visitar un enorme patio de juegos y aventuras, una gran escuela, un amplio escenario donde experimentar diferentes sensaciones y adquirir muchos conocimientos. Íbamos, sobre todo, a aprender y a descubrirnos a nosotros mismos.
Figuras como Brian Weiss, autor de Muchas vidas, muchos maestros, y Michael Newton, autor de El viaje de las almas, presentan una mirada afín a la delineada arriba. En definitiva, podemos decir que a cada uno de nosotros se nos dio este regalo, este regalo que es un viaje, el viaje de la vida misma.
Por lo general cuando recibimos un regalo solemos decir gracias. A veces lo hacemos de manera automática, otras de forma más sentida. Hay regalos que esperamos recibir en fechas determinadas y otros que nos sorprenden, que recibimos “de la nada” porque alguien tuvo la intención de hacernos uno. Hay regalos que nos encantan, otros que no nos gustan nada y queremos cambiar. Hay algunos, incluso, que preferimos no haber recibido.
El Maestro Eckhart (citado muchas veces como Meister Ekhart), dijo lo siguiente: “Si la única oración que dices en toda tu vida es gracias, será suficiente”. El teólogo y filósofo estableció así a la gratitud como el fundamento básico de nuestra relación con Dios, la Fuente, la Vida, o como cada quien lo quiera llamar.
Es curioso este asunto de la gratitud… Si nos inclinamos a ver el mundo como un lugar temible, lleno de oscuridad y plagado de malas noticias, ¿dónde entra el agradecimiento? Pensar que quisimos venir suena disparatado, hasta ilógico, ¿quién querría vivir en un lugar tan hostil como este?
En 1966, el poema “Gracias a la vida” de la compositora chilena Violeta Parra, fue convertido en una canción que se volvió himno. Uno de los versos más conocidos, canta así:
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto.
Esta bellísima canción no está despojada de angustia. Se oye en la voz de Mercedes Sosa, se lee en los versos del poema, y se comprende con los hechos: tres meses luego de su publicación, Violeta Parra decidió quitarse la vida.

En casos donde los matices y los contrastes de la vida se vuelven tan evidentes que duele, tan punzantes que nos cortan la respiración, ¿cómo pensar que la existencia es un regalo? ¿Cómo sentirnos agradecidos al percibir que las cosas van mal y el camino se nos hace cuesta arriba? ¿Acaso es posible o tiene sentido?
En 1993, la popular conductora de televisión norteamericana Oprah Winfrey invitó a su programa al referente en Meditación Trascendental, Deepak Chopra. Eran años donde la espiritualidad no estaba tan difundida en Occidente como lo está ahora, y a partir de ese encuentro, Winfrey y Chopra iniciaron una relación de trabajo en conjunto con el fin de difundir la sabiduría que engloba el vínculo cuerpo-mente-alma.
Uno de sus proyectos incluye, por ejemplo, el desafío de los “21 días de gratitud”, compuesto por veintiún audios grabados donde se profundiza en un aspecto de la gratitud, acompañado de una meditación. En uno de los audios, Winfrey comparte la siguiente anécdota:
“Durante un momento muy duro de mi vida, apenas capaz de hablar entre lágrimas de desesperación, llamé a mi querida mentora buscando consuelo —y un poco de simpatía también, lo debo admitir—, y en el medio de mi llanto, en lugar de consolarme, ella me interrumpió y dijo de la manera en que solo ella podía hacerlo: ‘Pará. Dejá de llorar ahora mismo y agradecé’. Y yo dije: ‘¿por qué diría gracias por esto?’ Y ella me dijo: “Agradecé porque Dios puso un arcoiris en cada nube y el arcoiris está viniendo. Da las gracias aun si no puedes verlo, porque ya está ahí”.
A partir de entonces, para Oprah Winfrey la gratitud se convirtió en el camino para atravesar cualquier oscuridad.
Sin embargo, es saludable reconocer que agradecer no siempre sale de forma natural: a veces lo sentimos forzado, no estamos de humor, o nos encontramos tan ofuscados por lo que nos atraviesa, que cuesta pensar en algo por lo cual dar gracias. A veces, sencillamente, no nos sentimos agradecidos sino lo contrario.
Explica la reconocida autora y referente en autotransformación, Shakti Gawain:
“Es relativamente fácil sentir gratitud cuando ocurren cosas buenas y nuestra vida se desarrolla tal como deseamos (…) bastante más difícil es expresar gratitud cuando estamos pasando por un periodo malo o la vida no nos va como creemos que debería irnos. En esas ocasiones, lo más probable es que nos sintamos dolidos, confundidos o resentidos, lo cual es perfectamente natural. La gratitud es lo último en que se nos ocurre pensar en esos momentos (…) De todos modos, es interesante cómo después de pasar por momentos difíciles, al mirar retrospectivamente solemos ver que había algo importante y necesario en esa experiencia. Es posible que no lleguemos a verlo hasta que hayan pasado meses o incluso años, pero finalmente nos damos cuenta de que aprendimos una importante lección, nuestra sabiduría se hizo más profunda, hubo un despertar, o se nos abrió una nueva puerta”.
A estos momentos dolorosos de la vida, Gawain los denomina ‘crisis de curación’, oportunidades para dejar atrás algo viejo y abrirse a lo nuevo. Pero para poder abrirnos, aclara que “hemos de permitirnos sentir el miedo y la tristeza, y también recordarnos que en esa experiencia hay un regalo que sencillamente no vemos todavía”.
La escritora motivacional Louise Hay coincide con esta percepción. Ella dice: “no huyas de las lecciones. Son pequeños tesoros que nos han sido entregados. A medida que aprendemos de ellas, nuestras vidas cambian para mejor”.
Agradecer, visto bajo esta perspectiva, deja de ser solamente “una muestra de buena educación” o de estar reservado a las cosas que consideramos buenas o lindas, para transformarse en una forma de vida. Vivir en gratitud implica tomar conciencia del viaje que emprendimos y reconocer que cada parte de la travesía compone la maravilla de la experiencia en su conjunto.
Lo cierto es que siempre podemos encontrar un motivo por el cual agradecer Hay una frase de Jon Kabat-Zinn, profesor en medicina y referente del Mindfulness, que lo expresa con sencillez y claridad: “¿Las cosas pequeñas? ¿Los pequeños momentos? No son tan pequeños”.
Existe una infinidad de “pequeñas” grandes cosas por las cuales agradecer cada día, como nuestra capacidad de respirar, el recibir un mensaje de un ser querido, el sabor dulce de nuestro postre favorito o la calidez del sol sobre la piel. “Despertar la grandeza de lo más pequeño, eso hace la gratitud”, señala Winfrey. Y es que la vida está hecha de estos encantos, como las “notas fantasma” en la música, aparentemente imperceptibles y, sin embargo, tan esenciales a la composición total, a la sonoridad perfecta de la canción.
Prestar atención al detalle es prestar atención a la existencia, y así generar la práctica de la gratitud diaria, de a poco, en la medida que podamos, hasta convertirla, si quisiéramos, en nuestra forma de vivir. Como enfatiza Winfrey, la gratitud se activa cuando ponemos nuestra atención e intención en ella.
Aunque ser agradecidos no nos resulte algo simple y fácil, aunque no podamos dibujarnos una sonrisa en la cara cuando estamos mal, busquemos transitar cada momento, desde los más soleados hasta los más tormentosos, con la conciencia sutil de que el arcoiris está, e iremos cultivando así el estado de gratitud como un estado de gracia interno, donde la vida volverá a desplegarse ante nosotros como la grandiosa aventura que, dicen, venimos a experimentar.
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