Cerrar los ojos y lanzarnos hacia esos anhelos que inspiran nuestras ganas de abrirnos a la vida. Sentir que tenemos alas. Atravesar las pruebas del destino sobrevolando todos los obstáculos para tener una visión más completa, más extensa. Saber, en lo más profundo del alma, que siempre existe una nueva posibilidad, una ruta de vuelo alternativa. Reconocer nuestro potencial muchas veces dormido para animarnos a crear esa realidad que por fin nos merecemos. 

Desplegarnos es crecer. Por eso, este mes elegimos una hermosa palabra que nos habla de aquello que, al abrirse ante nuestros ojos, nos ofrece la experiencia de cambiar nuestro punto de vista. Y que, a la vez, nos formula una gran pregunta: ¿estamos dispuestos a desplegar todo eso que somos, todo eso que queremos ser?

La primera pista para avanzar en el juego del despliegue es sincerarnos con nosotros mismos. Y, para hacerlo, debemos indagar en lo más hondo de nuestro corazón. Porque al encontrarnos con el caudal de talentos y de emociones que nos habitan, lograremos salir de la prisión de aquellos pensamientos, mandatos y creencias que caducaron, que ya no nos sirven más. Es entonces que aparece nuestro verdadero ser, lo más esencial que tenemos. Ese tesoro que podemos regalarnos y a la vez compartir con otros.

Una gran manera de comenzar es dejarnos atravesar por el “yo creativo” que todos tenemos. Aunque no nos dediquemos al arte. A pesar de que no hayamos intentado jamás una tímida incursión en la pintura, en la escritura o en la práctica musical. No importa la manera: nuestra creatividad siempre aparece y nos sorprende en los momentos menos pensados. Incluso cuando creemos que no podemos, que no sabemos cómo seguir o cómo dar un salto ornamental en el aire y aterrizar en un escenario completamente nuevo. 

Es un regalo comprobar que cada uno de nosotros, sin distinción, somos seres repletos de dones. Y que buceando en ellos podemos encontrar las respuestas a muchos de los interrogantes a los que nos enfrentamos cada día. Por ejemplo, el de dilucidar la gran incógnita de saber si estamos viviendo (o no) en nuestro propósito. Y, si no podemos responder a esa duda con certeza, pensar la manera de dar pequeños pasos que nos acerquen a experimentar el mágico encuentro con eso que hemos venido a hacer. Ese “algo” que nos permite ofrendarle al mundo lo mejor de nosotros.

Desplegarnos es, también, asumir un fuerte compromiso. El de alimentarnos de buenos pensamientos, buenas prácticas, buenos vínculos. Es darnos permiso para probar y equivocarnos, sí, pero sin perder de vista que en el fondo lo único que queremos es encontrar verdadera paz y calma junto a otras personas. En esa aventura, el aprendizaje es vislumbrar lo importante: al desintoxicarnos de aquello que sabemos que no nos hace bien, nos convertimos en los únicos protagonistas de nuestra historia. 

“La libertad pertenece a quien la conquista”, señaló el escritor francés André Malraux. Porque la concreción de nuestras ideas, de nuestros sueños, es el disparador para un auténtico despliegue. Del mismo modo Viktor Frankl, creador de la logoterapia, habló sobre la posibilidad de encontrar un sentido a la existencia creando, es decir, tomando conciencia de nuestra capacidad de dejar una huella a través del paso a la acción. De eso se trata volar: de mover con decisión las alas para ir ganando altura. 

Este círculo es, por lo tanto, una invitación a que te conectes con esa parte creativa que hay en vos. Con esa niña o niño que vive en tu interior y que te pide con insistencia saltar, correr, pintar, cantar, bailar. ¿Cuánto hace que no le das el gusto de experimentar otras cosas? ¿Por qué no escuchar lo que tiene para enseñarte a la hora de expandir tus recursos? Se trata de volver por un rato a ese refugio lleno de encanto que fue la niñez, para rescatar tus mejores dotes de artista y deleitarte con algún deseo o proyecto postergado. ¿Cómo no creer que es posible? 

Flor Bárcena nos acompañará, como siempre, a transitar esta grata oportunidad de reflexionar sobre el despliegue, como una excusa para volver a encontrarnos a charlar sobre lo que nos pasa. Y para idear otras maneras de pensar y de ponernos manos a la obra para plasmar la vida que queremos, un taller online pondrá a prueba nuestros mejores talentos para volvernos cada vez más creativos. 

¿Se dieron cuenta? Ya estamos volando juntos otra vez en este noviembre que recién comienza. Porque pusimos en marcha el proceso que permite que nuestras mayores esperanzas puedan elevarse en un viaje sin escalas rumbo al cielo. Las posibilidades son infinitas. Y no hay nada más increíble que mirar desde arriba para comprobar lo lejos que van quedando los miedos y las trabas que nos anclaron durante tanto tiempo a llevar una experiencia humana al ras del suelo. 

¡Nos vemos por acá arriba, querida comunidad de Círculo Sophia! Flotando entre las nubes, planeando como pájaros en el viento. Sin otro límite que aquello que nos aventuremos a imaginar. Como cuando hace un año fantaseamos con crear esta membresía digital y, de pronto, nos lanzamos. Solo sabíamos que queríamos iniciar un viaje trascendente. Y cada uno de ustedes lo hizo realidad. ¡Gracias por volar junto a nosotros!

Por María Eugenia Sidoti