Habitar la pausa

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Por María Guadalupe Díaz Usandivaras*

La pausa es una aliada. En épocas donde acelerar audios pareciera ser una ganancia, el tiempo se transforma en una carrera. Y el tiempo es oro, en eso creo que todos coincidimos. La sutileza está en cómo habitar el tiempo, cómo ser y estar en lo que hacemos de una manera que nos permita disfrutar y, a la vez, capitalizar ese disfrute, es decir, ser conscientes de lo que estamos haciendo y darnos cuenta si lo estamos disfrutando o no.

Dar espacio y tiempo para identificar y volver a elegir, o no, lo que hacemos, es saludable. Identificar nos permite corregir y prevenir situaciones no deseadas que puedan afectar nuestra salud. La pausa, entonces, puede ser una oportunidad. Una oportunidad para el bienestar, el autoconocimiento y el autocuidado.

Existen varios autores que se toman el trabajo de escribir sobre el tiempo y cómo ser y estar en él. En su libro Elogio de la lentitud, Carl Honoré refiere que lentitud significa que uno es quien controla los ritmos de su vida y decide qué celeridad conviene en un determinado contexto. No pretende que se haga todo a paso de tortuga sino encontrar un equilibrio para ir rápido cuando es necesario y lento cuando lo considero, y describe dos formas de pensamiento: uno rápido y uno lento. El primero, es racional, analítico, lineal y lógico, y súper necesario para muchas cosas y el segundo, dice, es intuitivo, borroso y creativo. Sucede cuando desaparece la presión y tenemos tiempo para dejar que las ideas fluyan a su ritmo en el fondo de la mente. El ser humano piensa más creativamente cuando está sereno, libre de estrés y apuros. 

En su libro Pausa, no eres una lista de tareas pendientes, Robert Poynton se dedica a estudiar la pausa, sus formas y efectos. Concluye que la idea de velocidad está asociada a la de productividad y que, por eso, se asocia la pausa a retraso y procrastinación y no a reflexión o sabiduría. Poynton piensa la pausa como una presencia activa, no con ausencia de pensamiento o acción, ya que dice que algo sucede en una pausa o en consecuencia de ella. Lo que allí sucede, si no la hacemos, no ocurrirá y nunca nos enteraríamos qué podía pasar. La pausa es importante para la creatividad, la comunicación y las relaciones sociales. Para el bienestar y la salud mental (para organizarnos, enfatizar, conectar con otros, cambiar de perspectiva). Es importante hacerle espacio diario, darse tiempo al llegar a un lugar para conectar con lo que ya está sucediendo ahí y percibir a los otros. La pausa tiene que ver con el ritmo y no importa tanto su duración como sí la actitud y consciencia hacia ella. 

El hygge (N. de la R.: En español significa “divertido») es un concepto danés que tiene mucho que ver con esto, con valorar el bienestar en las pequeñas cosas y dedicar un poco de tiempo en hacer extraordinario lo cotidiano. Este concepto propone una filosofía de vida que lleva a Dinamarca a ser uno de los países con mayor bienestar y calidad de vida del mundo, al generar espacios y momentos simples con condimentos confortables, apelando a la comodidad, el placer, la calidez, la gratitud y el encuentro. Porque, para pasar un buen momento, importa mucho el ambiente y la comodidad, haciendo algo o simplemente contemplando. En el tiempo “porque sí” también pasan cosas, hay encuentro, hay sensaciones, hay ideas, hay recuerdos, hay serenidad de pensamiento, hay oportunidades silentes para el autodescubrimiento.

Algunas ideas para implementar la pausa en la vida cotidiana

Al principio puede que sea necesario agendarla, hasta que logremos habitarla y pensarla como necesaria, como una elección en el estilo de vida:

  • Organizá tu agenda e intentá espaciar las actividades dejando pequeños (¡o grandes!) márgenes para poder pausar. Planificá tu pausa para que suceda.
  • Buscá momentos hygge, aunque sean cortos, donde puedas hacer eso que te gusta mucho, pero no priorizás. Puede ser comprarte algo rico o hacerte un buen té y leer un par de hojas al sol; puede ser tomar una copa de vino en el sillón sola o con alguien; lo que sea para vos. Recordá que se trata de hacer especial algo cotidiano. También podría ser regalarte momentos para leer sobre esta filosofía, para tomar ideas.
  • Armá tu refugio: ¿Tenes tu espacio/ rincón refugio? Algún hueco de tu casa donde tengas un par de almohadones, una mantita, velas, flores, o lo que sea que tenga que ver con vos que te invite a querer estar allí un rato. ¿Qué le falta para que cumpla con lo que te gustaría?
  • Armá un rompecabezas. Aunque, para mí, es en realidad un lava cabezas: no se rompe nada, sino que se aliviana. La mente cuelga de una soga y la atención está ahí, solo ahí, en la dirección de la pieza, el color, la forma… Y no importa si no lo terminás, lo que importa es que hagas una pausa consciente. Que seas consciente de que estás haciendo una pausa con el fin que la necesites. Te invito a conocer mi propuesta para pausar en @modochai y @muy_chai y que regales o te regales un momento hygge completo.
  • Conectá con el arte de alguna manera. No se trata de aprender o desarrollar habilidades, sino de tratar de fluir a través de alguna técnica que te llame la atención. Explorar, pero con el fin de desconectar. Acuarela, collage, dibujo, pintar mandalas, manualidades, tejido, etc.
  • Escuchá dos canciones favoritas con los ojos cerrados. Cuando no hay mucho tiempo, podemos recurrir a cosas breves pero significativas y restauradoras.
  • Hacé 3 respiraciones conscientes bien hechas, donde estés. Hay muchas técnicas para respirar, pero aun si no conocés ninguna en profundidad, podés buscar fácilmente de qué se trata alguna de ellas y comenzar a explorar. ¡Usá tu pausa para buscar!

Todo cambio o incorporación a la rutina requiere un poco de tiempo para asimilarlo y apropiárselo, no te culpes si no resulta tan sencillo. Lo importante es proponérselo, bajar de la moto y animarse a ver qué pasa en una pausa. ¡Ojalá la disfrutes!

*Es licenciada en Terapia Ocupacional y autora del libro Vida normal.

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