Cintia Roberts: «La escritura intuitiva es una invitación a encontrarnos con nuestra esencia»

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“La intuición nos guía a eso que sentimos que nos hace bien”. “Es como si hubiera una corazonada que nos dice: ‘es por ahí’”. “Si bien no existe una certeza absoluta, se trata de confiar y habitar ese lugar”. Estas son algunas de las ideas que fueron apareciendo en una de nuestras reuniones de sumario, cuando decidimos la palabra guía de marzo.

Y enseguida nos acordamos del hermoso taller de Escritura Intuitiva que dictó Cintia Roberts (@cintia.roberts) en noviembre del año pasado, para nuestra comunidad de Círculo Sophia. Entonces decidimos que era una buena oportunidad para charlar con ella y profundizar en el tema. Porque estamos convencidas de que escribir —cuando se hace desde un lugar de autoexploración—, nos abre una gran puerta hacia la escucha atenta; la clave para conectar con la intuición. 

—Cintia, ¿qué es la intuición para vos?

—La intuición es algo que percibimos con mucha suavidad y en voz muy bajita; una verdad propia y personal, un pálpito que nos indica una dirección. La intuición nos conduce a una sabiduría más profunda, es algo que muchas veces se nos presenta como evidente, pero es tan sutil y delicada, que si estamos aturdidas por el ruido externo (prejuicios culturales, adquiridos, transferidos, por el deber ser, etc.), no somos capaces de oír. “La intuición es nuestro sexto sentido”, dice la antropóloga Margared Meed. 

—¿Y qué sería la escritura intuitiva?

—Es algo en lo que vengo pensando hace tiempo desde mi oficio de editora, pero después de haber hecho “El camino del artista” de la mano de Dani Villalba, algo de lo aprendido allí se hizo evidente: cuando nos abrimos a la intuición, nos vamos volviendo más sincrónicos, nos dejamos guiar por esa brújula interna. Mientras escribimos aparecen deseos o se abren canales asociativos, y se deja ver algo que se puede utilizar como materia creativa, como inspiración y punto de partida para lo que deseemos escribir.

—¿Es una voz interna?

—Es esa voz que nos susurra: “Tirá del hilo y seguilo”, como hizo Teseo con el ovillo que le dio Ariadna. Hay que seguir el rastro de esa voz para ir encontrando el camino y la salida del laberinto. Es un compromiso con la propia esencia porque, como diría Virginia Woolf, “solo se me ocurre decir breve y prosaicamente que es más importante ser uno mismo, que ser cualquier otra cosa”. Y esto vale también para la escritura. 

—¿Se trata de escribir con todo lo que somos?

—La voz narrativa se construye con quienes somos. Es nuestro acopio personal lo que nos otorga originalidad en esa voz. La escritura intuitiva no imposta nada, no quiere refinar un estilo para parecerse a otra escritura: deja que las inquietudes, la incertidumbre y la curiosidad nos atraviesen, porque escribimos también con la materia que somos, con el cuerpo y con la emoción. La etimología de la palabra «emoción» dice que este hermoso vocablo viene del latín emovere formado por ex (‘hacia fuera’) y moveré (‘sacar de un lugar’, pero también ‘sacudir’). Y muchas veces, la mayoría de las veces, la escritura nos sacude y nos hace movernos. Así en la ficción como en la vida.

—Se trata entonces de soltar la mano…

—La escritura intuitiva es una invitación a soltar la mano, explorar nuestra creatividad, nuestra parte más original (en el sentido de genuina), dejar fluir los pensamientos y sentimientos, para encontrarnos con nuestra esencia y poder accionar a partir de ella.

—Mucha gente se pregunta ¿y para qué sirve escribir de esta manera?

—Me gusta el valor de las cosas inútiles. Me parece que aquello que no es productivo para el mundo capitalista y globalizado en el que vivimos y habitamos, nos hace conservar la singularidad de los propios intereses, y le da sentido a nuestra existencia. Sin embargo, sí creo que tiene una utilidad, aunque es muy personal. La escritura intuitiva nos ayuda a acceder al conocimiento que está dentro nuestro, con el propósito de volvernos más perceptivos, intuitivos y escuchadores. Llevando nuestros pensamientos, deseos, emociones desde la opacidad a la luz.

—¿Cómo lo vivís vos? ¿Cómo es tu experiencia con este tipo de escritura?

—Voy a contarte algo que me pasó a mí en relación con la escritura. El día que le conté a mi hija que su hermano tenía síndrome de Down, esa charla no fue todo lo ideal que había imaginado. Fue en un momento de desborde. La intuición me dijo: “debés escribir sobre esto”. Lo hice. Con la misma dosis de impulso e ingenuidad lo subí a mis redes. La editora en jefe de Penguin Random House, que en ese momento era Mariana Vera, me llamó por teléfono desde el subte mientras regresaba a su casa y me dijo: “Cintia, acabo de leer tu posteo, tenés que escribir esta historia”. Ella vino a apoyar una fuerte necesidad mía. Después de esas pocas líneas, trabajé muy duro un año. Y el libro salió. Hace poco me escribieron para notificarme que saldrá también en Corea del Sur. ¿Por qué te cuento esto? Porque este libro es el ejemplo claro para mí de que las cosas funcionan porque hay una fuerza arrolladora que viene de dentro, algo que puja por salir, y que si estamos atentos, podemos escuchar. Esa es la intuición que dice: acá hay algo. Y aunque yo no escribí esta historia para ayudar a nadie, es una historia que termina acompañando a muchos.

—¿Qué necesitamos para poder escribir?

—Escucha propia, y sobre todo no juzgarse. Ya habrá tiempo para mejorar, para corregir, para pulir. Y tener muy en claro que nadie necesita permiso para escribir. Todos estamos autorizados para hacerlo, todos tenemos una historia digna de ser contada. Llevo 20 años como editora, y en el transcurso de mi carrera vi a autores tanto noveles como consagrados frustrados, siguiendo una idea. La idea es una abstracción del pensamiento y su escritura una traducción a otro lenguaje. No hay necesidad de esperar que una gran idea llegue a nosotros, hay pocos temas sobre los que escribir, pero lo que hace una obra original es nuestra mirada, que es única y singular si podemos ser honestos con nosotros mismos. Esa es nuestra riqueza y lo que es imposible de copiar, lo propio.

—En el taller que diste en noviembre para Círculo Sophia, dijiste que para escribir necesitamos atención plena, estar en el aquí y ahora. ¿Por qué?

—Porque si estamos aturdidos por el ruido externo no podemos escucharnos. Si estamos contaminados por tantos estímulos externos, no podemos agudizar la mirada. En mis talleres de escritura recomiendo llevar una bitácora de pequeñeces (como le llama mi amiga Lucía Marroquín), o bitácora doméstica de algo en particular (por ejemplo, del jardín): acercarte a ver las nervaduras de una hoja, cómo la luz o la sombra filtran su color, el comportamiento de un insecto y sus movimientos. Eso es la atención plena, estar conectado con lo que ocurre aquí y ahora, tan simple pero tan complejo al mismo tiempo que debemos reaprenderlo.

—También en el taller hablaste de aprender a “vivir en poesía”. ¿De quién es este término?

—Es una frase preciosa que utilizo como filosofía de vida y es una deriva que inventé de una idea de una autora que admiro mucho y que es coterránea mía, por haber nacido en los confines del litoral, en una ciudad llamada Reconquista, a orillas del río Paraná. Ella tiene un texto ensayístico que se llama “Estar en poesía”. Allí nos dice: “La disponibilidad para percibir o expresarse a través de cualquier arte reside quizá en ser o estar sensible, o sea, en poder dejar libres a los sentidos para que cumplan sus funciones de descubridores del mundo. Pero no solamente para procesar datos por la vía racional y práctica, sino a través de la emotividad”. Su nombre es Laura Devetach, y sus lecturas me han acompañado desde la infancia; también tuve el honor de conocerla, editarla y nutrirme de ella de cerquita.

—¿Y qué sería para vos “vivir en poesía?

—La poesía descubre el lenguaje, lo hace vibrar y sonar de un modo distinto. Porque las palabras se ubican en el verso para provocar goce estético e imágenes. Si lo trasladamos a la vida, el goce es constante. Vivir en poesía es lo que hacen los niños y las niñas, en estado de asombro constante. Vivir en poesía es dejarse deslumbrar por la belleza de los gestos mínimos, de los detalles, de aquello que pasa desapercibido para el ojo del que está apurado.

—Cintia, ¿por qué practicás vos esta escritura intuitiva?

—Yo escribo para saber quién soy, qué siento realmente; escribo para sacarme el velo, para volverme más honesta, más real, porque hay algo que no sé y la escritura viene a completarlo. Y porque encuentro goce en hacerlo. Porque descubro que la forma (el hecho estético) también es capaz de conmoverme.

—¿Y esa es tu invitación?

—Esta es la gran invitación, pero no hay una sola respuesta a esta pregunta. Yo siempre recomiendo en mis espacios de taller “escribe y el propósito se expresará en la página”. Cada uno encontrará su propio propósito de escritura, algunos escriben para soñar, otros para sanar, otros para crear nuevos mundos y entender el propio a través de las metáforas y del distanciamiento que se provoca en ese salirse de uno mismo para crear algo nuevo.

—Me gustaría repasar acá algunos de los consejos de Lydia Davis que diste en el taller.

—Sí, son muy lindos e interesantes. Voy a sintetizar tres de sus consejos.

1. Toma notas con regularidad. Mejorará tu capacidad de observación y expresión. Se crea un círculo productivo: gracias a la práctica de tomar notas observas más, y al observar más, tendrás más para anotar.

2. Trabaja a partir del interés propio y jamás a partir de lo que en tu opinión deberías estar observando. Confía en lo que te interesa.

3. Si quieres ser original no busques ser original. Más bien dedícate a trabajar en tus ideas. Y luego, cuando escribas, di lo que piensas y sientes, lo que tengas ganas de decir.

—¿Qué sería bitacorear/documentar/journalear (algo que está muy de moda)? ¿Estas prácticas tienen que ver con la escritura intuitiva?

—La bitácora no tiene una forma precisa y eso es bueno, porque no limita. Si vas caminando y se te ocurre una frase y tenés un cuaderno a mano, la anotás. O si algo te inspira a escribir en un formato poético o carta, o simplemente un post-it a modo de nota mental. También puede funcionar como un diario, y a menudo se utilizan imágenes, dibujos, collage para enriquecer un modo de vivir más atentas, de guardar registro de lo que nos pasa, atraviesa, alimenta la curiosidad y deja testimonio de lo vivido. Para mí la bitácora es una forma de acopio, como las páginas matutinas. 

—Claro, distinto es cuando ya escribimos con un propósito…

—Exacto. Cuando nos sentamos a escribir con un propósito es diferente: se nos presenta un tema, una inquietud, una idea, y escribimos sobre eso. Mi recomendación es darle una forma: reflexión, ensayo, microrrelato, cuento, novela (aquí se sostiene un propósito de escritura y es un proceso más largo). Si hay ganas de dar el paso a la ficción, con ese acopio del que hablamos antes vamos a tener mucho material para organizarlo y luego trabajar con el lenguaje.

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