Intentar. Este verbo muy utilizado por el ser humano desde siempre, en verdad ha ido mutando hasta ingresar a un giro por demás interesante, que tiene que ver con la posibilidad de que nos acerquemos a la congruencia y nos alejemos del suponer, de generar en nuestra mente ideas que no se ajustan a la realidad.
Y con esto me refiero a esos pensamientos que no se adaptan a los hechos concretos de nuestras vidas.
En realidad, muchas de las veces en que los hombres esgrimimos “lo estoy intentando”, lo que hacemos es solo expresar un pensamiento que está bien lejos de la acción. Respondemos refiriéndonos a ese supuesto intento y, en realidad, lo que estamos haciendo es solo pensar en un tema determinado.
Aquellos que nos sentimos cómodos en el segmento de la acción, percibimos claramente la diferencia —absolutamente clara— de hacerlo o de intentarlo. Puedo agregar acá la frase que dice “lo estoy haciendo”, que se suma al gran barril de lo no concreto, de lo vacuo, de la ilusión.
Porque para los que buceamos muy confortablemente en el terreno de lo concreto, el “lo estoy haciendo” o “lo estoy intentando” no significa nada. Pero nada de nada. Ahora bien: si estoy empujando una mesa pesada mientras manifiesto que estoy empujando la mesa, o estoy intentando mover la mesa al hacerlo, la acción sumada a mis palabras sí encuentra su grado de asertividad.
Entonces, si en el preciso instante en que lo digo las personas que me miran se dan cuenta de que mi cuerpo está en una actitud y en una puja física de concretar eso que manifiesto, nos encontramos en presencia de una circunstancia de congruencia.
Por supuesto que, si estoy enfrascado en resolver un problema, buscando en la computadora y tratando de encontrar la manera de resolverlo, puedo aseverar que el verbo intentar se acerca a una realidad. Pero debemos separar el verbo o concepto “intentar” en dos grandes grupos.
El primero de esos grupos sería ese gigantesco lugar en el cual se colocan las intenciones. A muchas de las personas con las que interactuamos, cuando les preguntamos acerca de algo que suponemos que deben terminar de hacer, nos dicen: “Estoy intentando… estoy tratando de terminarlo”. Y es ahí donde se aglomeran infinidad de excusas y justificaciones.
En el terreno de la empresa, de la organización, por lo general, a los que somos ejecutores o actores principales de la acción, nos satisface una respuesta como la siguiente: “El viernes próximo está listo”, o bien: “Para el día 3 del mes que viene te lo entrego”. Ese sí es un lenguaje que suena a concreción, y que resulta claro y asertivo.
Sin darme cuenta, ya me metí en el segundo grupo, que está compuesto por las personas que no utilizan la procrastinación, la demora. Gente que no arrastra los pies.
Es interesante consignar, también, que las grandes empresas que por fin llegaron a la concreción, antes pasaron por una etapa de intentos que pudo haber sido muy larga. Por ejemplo, aquellos que cruzaron a nado el Canal de la Mancha, lo lograron luego de muchas pruebas, en las cuales los intentos anteriores se malograron por alguna razón. Pero si sus intentos fueron puestos en práctica, en lo concreto, y no alcanzaron el objetivo, igual dieron pie a seguir intentando.
Thomas Alva Edison manifestó que antes de lograr que se mantuviera en ignición el fragmento de tungsteno dentro del vacío de una ampolla de vidrio, dando lugar a la luz eléctrica, realizó como un millón de pruebas o de intentos que resultaron fallidos. De tal suerte, que podemos seguir desgranando innumerables situaciones en las cuales se logra advertir si los intentos fueron reales acciones fallidas, o simplemente enunciados de intención carentes de acción.
Intentar nos habla de tratar de hacer haciendo; de probar, de testear.
Un atleta con su garrocha va haciendo saltos continuados hasta lograr superar una cierta altura; por lo tanto realiza varios intentos en pos de lograr su meta, aunque no lo consiga esta ni la próxima vez.
Es por eso que, en el terreno de intentarlo, siempre hay variantes. Algunas se quedan ancladas en la mente, pero otras en la implicación de una acción que va acercándose paulatinamente a un objetivo.
Hay situaciones en las que, ante una emergencia o un accidente, el personal de bomberos hace varios intentos por rescatar a algún damnificado hasta que lo logra o, cuando la situación lo supera, cesa en el mencionado intento. Son casos, como tantos, en los cuales los seres humanos prueban varias veces tratando de lograr algo, pero no solo pensándolo, sino poniéndose en movimiento.
El intento puede ser concreto, real, asociado a una acción manifiesta, o puede quedar simplemente en una intención que permanece en la mente, y se esgrime como excusa.
La prudencia y la preservación de la salud física nos lleva a hacer pruebas o intentos previos a un momento crítico, o a reaccionar ante un gran peligro. Y también nos informa que no se tiene la certeza de lograr ese algo que se quiere, porque cada intento tiene adosada la incertidumbre de lograr (o no) lo que se pretende.
Si estoy completamente seguro, manifestaré: “Lo voy a hacer hoy, a determinada hora” o “mañana emprenderé una acción para obtener tal otra”.
El hecho de decir que lo voy a intentar significa, en algunas ocasiones, que no soy portador de la seguridad necesaria para esgrimir que lo voy a concretar. Porque intentar es casi un sinónimo de probar, de chequear o de chequearme a mí mismo, refiriendo algo de lo que no estoy seguro de lograr si no lo intento o lo pruebo antes, como una condición necesaria para hacerlo realidad.
En definitiva, esto fue solo un intento de escribir sobre intentar. Y espero haberlo concretado.
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