La vida es eso que pasa cuando no pensamos

por

En 1637, el gran pensador René Descartes esbozó en su Discurso del Método el planteamiento filosófico en latín “Cogito ergo sum” (en español “Pienso entonces soy”), lo que quiere decir que “Pienso luego existo”, un concepto que sentó las bases para el racionalismo occidental. 

Según esta idea, el pensar me allana el camino a la existencia.

El pensar es una prueba de la preexistencia del Ser.

Por lo tanto, para existir hay que pensar.

La razón, lo racional —el camino del pensamiento, del intelecto— era la base de la existencia, según el gran filósofo holandés.

El funcionamiento cerebral era visto, desde esta mirada, como el sostén; la plataforma de la existencia misma.

Era preciso pensar, razonar, atravesar las ideas por el centro del intelecto. Y desde allí fue surgiendo una inmensa rama del pensamiento, que apuntaba a la razón.

La razón estaba por sobre todo lo demás del hombre; el hombre tenía que dedicarse a pensar y luego, y como consecuencia, existir.

En aquella época el órgano por excelencia era el cerebro, como torre de control absoluto de la vida.

Sin embargo, desde que tenemos memoria, en Oriente, en cambio, la base de la vida era otro aspecto muy diferente, que era el sentimiento.

Podríamos resumir esa filosofía como “Sentimos entonces existimos”.

Es que la Vida es eso que pasa cuando no pensamos, cuando las horas transcurren sin darnos cuenta, cuando miramos el reloj y nos asombramos porque nos encontramos enfrascados en algo que nos interesa mucho.

Una idea o un proyecto que estamos desarrollando, dejándonos llevar por el sentimiento imperante.

El enamoramiento por otra persona, otro ejemplo de cómo perdemos la noción de la hora, la dimensión del paso del tiempo.

Todo Oriente está sostenido en su funcionamiento por el Sentir.

Con el tiempo, en la década del 30 y el 40 del siglo XX, el Sentir y el Pensar empezaron a confluir con el florecimiento de la Filosofía Humanística. 

Muchos grandes pensadores, filósofos, médicos y psicólogos, simultáneamente en Europa y Estados Unidos, advirtieron que lo racional no alcanzaba para describir al hombre, puesto que el hombre también sentía. 

El dolor de los campos de batalla, el dolor de las pérdidas, la falta del sentido para vivir, la carencia de propósito…

Fue también otro filósofo holandés del siglo XVII, Baruch Spinoza, quien dio nacimiento a esta conjunción Sentir-Pensar, Pensar-Sentir, cuando afirmó que “El cuerpo cura a la mente y la mente cura al cuerpo”, allá por 1650.

Más avanzado el siglo XX se empezó a descubrir, a través de la ciencia, que el corazón y el intestino tienen células que se comportan como neuronas y comenzaron a hablar del segundo y tercer cerebro.

De hecho, hay algunos científicos que afirman que, en realidad, vamos a encontrar neuronas en todos los órganos del cuerpo.

Por lo tanto, era verdad lo que había dicho Spinoza trescientos años atrás: la mente está distribuida en el cuerpo y no ya solo en el cerebro.

Hoy es muy difícil o imposible separar la mente del cuerpo y el cuerpo de la mente.

Eugene Gendlin, un gran pensador y filósofo estadounidense que fue discípulo de Carl Rogers, uno de los psicólogos que constituyeron la Psicología Humanista, afirmó que “el cuerpo es el inconsciente y posee todas las respuestas que necesitamos”. 

El cuerpo tiene registrado todo lo que ha pasado por nuestra vida, y lo que decimos es que ese inconsciente es el cuerpo.

El inconsciente se manifiesta siempre a través de algún efecto corporal; algo en el cuerpo me da cuenta de algo que está pasando en la mente, y cómo la mente también es el cuerpo: hay un correlato inmediato y un todo que se manifiesta simultáneamente.

Nos dice la Real Academia Española que la intuición es una facultad para comprender instantáneamente sin necesidad del razonamiento.

Es un sexto sentido que es bien sentido, ya que es una percepción extremadamente personal sobre algo que va a ocurrir de una manera que yo intuyo, y no de otra, y a la que responderé de una u otra forma.

Porque, en realidad, la intuición está basada en la capacidad de percibir y de sentir de cada uno de los seres humanos. 

Sin embargo, no todas las personas se manifiestan intuitivas: algunos lo son mucho, otros menos, y otros nada.

La Vida nos va enseñando que con el tiempo y la experiencia, con los kilómetros existenciales recorridos, lo que antes mencionamos como intuición ya pasa a ser una parte de nuestra seguridad y confianza ante la toma de decisiones.

Sin avisar nos aparece una sutil sensación a la que llamamos intuición, que nos sugiere tomar este camino o aquel, o que nos anticipa cómo actuará una persona.

A medida que recorremos el sendero de la vida, esta sensación pasa a constituirnos, a ser parte de nosotros.

Es una intuición que sabe

Es una sensación que afirma y que sostiene, y que luego los acontecimientos refrendan una y otra vez.

También se le suele llamar presentimiento, corazonada, pálpito, instinto, visión, etc.

Y está muy bien, porque en verdad un presentimiento sería un sentimiento previo al sentimiento en sí: la intuición se anticipa al razonamiento y al pensamiento.

Es muy interesante cómo cada una de las distintas acepciones de la intuición nos va dando más información.

Cuando hablamos de corazonada, por ejemplo, se expresa que es el corazón el que interviene claramente en la vida.

Lo hace desde su cerebro incorporado al corazón, desde las neuronas del corazón.

A medida que avanza la investigación, advertimos cómo todo está entrelazado y se hace más difícil cualquier diferencia entre mente y cuerpo.

Desde Candance Pert, la científica canadienese que en su gran libro Las Moléculas de las Emociones afirma que no hay afección física del cuerpo que no tenga una connotación emocional, hasta los que vinieron después, como el Dr. Janos Selye, el Dr Soma Weiss, el Dr. Bruce McEwen, el Dr Gabor Mate, y tantos otros, que le dan un lugar central al tránsito emocional en las afecciones del soma.

Como señalamos antes,  también se lo menciona como pálpito, visión, olfato, y todo apunta a algo previo al sentimiento o a la razón.

Como si fuera un don al que acceden muchos hombres y mujeres, y que deambula por una zona tal vez no del todo explorada del sistema biopsicosocial, y que ocupa un lugar destacado en el transitar del hombre en este mundo.

Loading spinner

1 Comentario

  1. Sandra Elizabeth Atán

    Excelente editorial 🦋 🤗

    Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Dos pretendientes, una parábola

Dos pretendientes, una parábola

Dice el historiador cultural y profesor de filosofía Richard Tarnas que, para comprender mejor la vida y el cosmos, debemos transformar no solo nuestra mente, sino también nuestro corazón. Un texto inspirador que vale la pena leer.

leer más

circulosophia.com

contacto circulo sophia

Copyright 2022. Todos los derechos reservados. Sophiaonline.com.ar