Por Kristen Butler*
Reconocer a qué categoría pertenecen mis pensamientos es un hábito mental importante que espero que también puedas desarrollar. Para lograrlo, veamos estas dos formas de pensar más detalladamente.
La mayoría de nosotros tiende a priorizar los problemas, porque es lo que nos enseñan a hacer desde temprana edad. En los canales de noticias se muestra todo lo que está saliendo mal. Cuando compartimos nuestras historias, nos centramos en lo que nos hizo sentir mal. Cuando hacemos planes, nos anticipamos a los problemas que podrían surgir. Nuestro sistema nervioso está siempre preparado para enfrentar potenciales peligros.
El problema con esta forma de pensar es que te enseña a crear tu vida de forma reactiva, en respuesta a lo que no deseas, en lugar de hacerlo de forma proactiva, en respuesta a lo que realmente quieres experimentar. A esta forma de pensar la llamo pensamiento centrado en el problema, ya que, cuando te encuentras inmerso en ella, te enfocas en los problemas.
Cuando esto sucede, tiendo a quejarme, señalar mis limitaciones, buscar explicaciones de por qué algo no funcionará, tomar decisiones basadas en el miedo y discutir con las personas que me ofrecen soluciones. Esta versión de mí está desesperada por hacer que las cosas funcionen, pero le resulta difícil confiar en el proceso, porque su visión rápidamente se nubla por todo lo que no está funcionando y lo que podría salir mal.
Cuando tienes este tipo de pensamientos centrados en el problema, tiendes a actuar desde el miedo y la incomodidad, lo que conduce a resultados contradictorios. Sí, puedes obtener una parte de lo que quieres, pero eso siempre viene de la mano con cosas que no quieres. Cuando estás fuera de tu zona de confort, tus pensamientos tienden a centrarse en los problemas. Como seguramente sabes, esto se debe a que, a medida que te alejas de tu zona de confort, tu sensación de seguridad disminuye y el entorno se vuelve más amenazante. Eso despierta el miedo y la vulnerabilidad, lo cual te hace extremadamente sensible a los problemas y amenazas que puedan surgir a tu alrededor. Y, cuando tus pensamientos se centran en los problemas y las amenazas, no logras encontrar soluciones reales y duraderas para los problemas.
Y es que las soluciones reales y duraderas surgen cuando te sientes seguro, relajado y confiado, sentimientos que solo puedes experimentar cuando te encuentras dentro de tu zona de confort. Si te sientes seguro, tus pensamientos tienden a centrarse en las soluciones, porque no estás alterado ni temeroso. Y, cuando esto sucede, te concentras en las posibilidades y alternativas, tomas nota de lo que está funcionando bien y confías en que estás siguiendo el camino correcto.
*Fragmento del libro Tu zona de confort positiva, publicado por Urano.
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